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Pan de muerto, una tradición de varios rostros y muchos significados

Magdiel Olano

MÉXICO.- El consumo de “pan de muerto” es una práctica muy arraigada en el país al grado de que no podríamos pensar la fecha de Todos los Santos de la tradición católica, que se celebra a finales de octubre e  inicios de noviembre, sin colocarlas en las ofrendas para nuestro familiares que han viajado al otro mundo o recordarlos comiendo una hojaldra con atole.

La tradición comenzó al buscar representar en el alimento el ciclo de la vida y la muerte, y la práctica remonta sus inicios en las tradiciones prehispánicas que se originaron para evitar los sacrificios humanos de la época. Tras la conquista y la evangelización de los naturales, adquirió un nuevo significado pero sin perder la esencia en su plano simbólico.

Tan importantes es esta expresión cultural como la comida para los mexicanos, que al fusionarlas han generado una gran cantidad de estilos de panes de muerto que varían de acuerdo con la región del país, costumbres típicas de cada pueblo y los ingredientes diferentes que se utilizan.

Esa diversidad es la que Elena Gil, egresada de Lengua y Literaturas Hispánicas en Universidad Nacional Autónoma de México, buscó recopilar con su álbum fotográfico de las variedades de panes de muerto que se consumen en México, el cual publicó a través de Facebook y en el que han colaborado con muchos usuarios.

En noviembre de 2016 publiqué algunos panes oaxaqueños, gracias a la colaboración de muchas personas reuní en 2017 y…

Publicado por Elena Gil en Martes, 31 de octubre de 2017

CUATRO AÑOS DE CAMINO

De acuerdo con la descripción de Elena Gil, han pasado cuatro años desde que se embarcó en esta recopilación en la que por medio de las redes sociales convocó a las personas para que compartieran fotografías de los panes de muerto que se comen en cada región. La convocatoria logró juntar casi 60 variedades de este tipo de pan que se elabora a lo largo y ancho del país e incluso de otras partes del mundo.

La galería fotográfica con los panes cocinados especialmente para los Días de Muertos hacen un recorrido por todo el centro del país desde Tamaulipas a Gaunajuato, Morelos, Puebla, Tlaxcala, pasando por la Ciudad del México y el Estado de México, y varias zonas de Veracruz hasta llegar a Chiapas, pero predominando las variantes de varios pueblos de Oaxaca.

La colección de postres de Todos Santos recoge desde las tradicionales “hojaldras” azucaradas con figuras simulando huesos humanos, muy tradicionales en casi todo el territorio nacional; el “chontal” de Huamelula, Oaxaca; y la extravagancias de panes de muerto de Mitla en Oaxaca, con detallados decorados en azúcar o los panes de yema decorados con alfeñique.

Otros más las “encaladillas” del Estado de México; los “conejos”, de Papalotla; “zoques” de Tuxtla Gutierrez; los llamados “golletes” y “alamares”, tradicionales de la CDMX; el “pan zapoteco” de Yalálag, Oaxaca, o el “pan de pico” y las “animitas” del mismo estado; los Xochistlahuaca, de Guerrereo; las “monas” de Piaxtla, una variante de los “conejo” llamada “pan tochi”, de Tehuacán, Puebla; y hasta unos panes de sal que se elaboran para las fechas de Todos los Santos en Panotla, Tlaxcala.

Esta diversidad demuestra la importancia que juega en la vida y muerte de los mexicanos la comida tradicional.

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