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Cocinar los recetarios

Los recetarios muestran sus diferentes comidas conforme lo que representan y se quiere enseñar al mundo

Luisa Rentería

Cocinar en tiempos de pandemia fue una de las actividades que más se repitieron en casa, no importa si fueron grandes platillos o un taco con chicharrón, esa actividad salvo, o hundió, a muchos. Incontables proyectos de comida crecieron: hacer y vender comida para llevar, postres con ingredientes del campo, comida familiar, creación de bebidas, barras de café, autos modificados y ambientados para funcionar como auténticas cocinas, donde se crean hamburguesas, pizzas, tortas; recetas creadas y compartidas a través de redes sociales, y un largo etcétera.

Pero, también fue el momento de descubrir qué tan buenos, o malos, podríamos ser frente a los fogones caseros: creamos las recetas familiares, inventamos muchas otras, seguimos las tendencias de redes sociales para hacer pastas o pasteles con pocos ingredientes y muy rápido, y también, hojeamos por primera vez los recetarios que solo han servido como decoración y muy alejados como estudio y aprendizaje. 

Los recetarios son quizá uno de los grandes inventos de la escritura, no solo porque permitió plasmar y guardar en ellos historias de comidas familiares o de cavilaciones, sino porque su creación dio pie a que funcionaran y fueran reconocidos como objetos de difusión histórica, antropológica, cultural, social, política y hasta lingüística.

Los recetarios muestran sus diferentes comidas conforme lo que representan y se quiere enseñar al mundo. En sus inicios, fue una necesidad de plasmar y dejar evidencia de lo que se descubría y creaba a través de los alimentos. Al igual que el poder, la comida puede funcionar como indicador de jerarquía, y en muchos recetarios, esa jerarquía esta plasmada: al momento de difundirlos y no poder ser adquiridos para todos, tanto por el contenido como por su alto precio adquisitivo.

Los primeros recetarios de los que se tiene registro, en realidad eran unos apuntes en hojas sueltas o periódico, donde las cocineras anotaban todos los ingredientes que se comprarían en el mercado, con exactos gramajes, mismo que después se le hacían anotaciones para no olvidar la receta. Según la investigadora Sara Bak-Geller, los compendios de recetas sirvieron para formar la identidad nacional y educar a la población sobre su correcta nutrición.

En México, los primeros recetarios puramente mexicanos se empezaron a crear años después de la independencia de México, y el primero fue El Cocinero Mexicano (1831).

Después de casi 200 años, la creación de recetarios impresos sigue ascendiendo, y el interés por querer recrear los platillos igual, pero ¿todas las recetas de estos libros, aunque sean recetas mexicanas, se pueden hacer en casa? Lo cierto es que muchos de ellos no, pues los ingredientes, técnicas y utensilios que se comparten, no existen o se han transformado, al grado que querer hacer estos platillos se vuelve casi imposible.

Por otro lado, muchas recetas de libros contemporáneos están hechos para elaborarse con maquinaria que únicamente grandes restaurantes y centros de creación masiva los pueden hacer, y aun así, se vuelve una odisea, por lo que solo contadas personas son capaces de hacerlos, no por la capacidad humana, sino por la capacidad de tecnología con la que se tiene, o no, en casa.

A pesar de eso, no perdamos las ganas de querer tomar los recetarios, libros importantes y joyas que trascenderán años y generaciones, para poder hacer, de ves en cuando, recetas históricas.

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