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En 2020, casi una de cada tres personas careció de acceso a alimentos

Magdiel Olano

MÉXICO.- Comer no solamente es una de las necesidades básicas y derechos fundamentales de todo ser humano, sino que como una forma de convivir con los demás también resulta ser uno de los grandes placeres de la vida. Aunque desafortunadamente en la actualidad no se pueda decir que por ser un derecho, toda persona tiene acceso a ello, pues el mundo enfrenta una grave crisis de inseguridad alimentaria.

En 2020, casi una de cada tres personas de la población mundial careció de acceso a alimentos adecuados, de acuerdo con datos de la  Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), y si bien los datos son crudos, la cifra sería más alarmante si se considera que la inseguridad alimentaria contempla elementos más allá de padecer hambre.

Más aún, antes de tratar de entender por qué se padece hambre en el mundo, habría que comprender que el consumo alimentario en general no puede definirse en términos estrictamente biológicos o nutricionales o de presupuesto familiar económico, como lo explica el antropólogo social de la Universidad de Barcelona Jesús Contreras, y por en él intervienen factores como la estructura social, relación con el grupo, entre otros comportamientos sociales que la hacen entender como un conjunto de cultura alimentaria.

El autor del libro Hambre en la abundancia, señala que la cultura alimentaria es el conjunto de representaciones de creencias, conocimientos y prácticas heredadas y/o aprendidas que están asociadas a la alimentación y que son compartidas por las personas de una cultura o de un grupo social determinado.

Fotografía: Especial

INSEGURIDAD ALIEMTARIA

Respecto a la falta de acceso o carencia de los alimentos, Miriam Bertran, profesora investigadora del Departamento de Atención a la Salud de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco, hay muchas maneras de vivencia del hambre y no sólo la falta exclusiva de nutrimentos, circunstancias tan vitales y fundamentales como la imposibilidad de cumplir determinados tiempos de comida, la imposibilidad de cumplir antojos, de comer alimentos que nos gustan o la monotonía en la dieta.

Primero habría que entender que la seguridad alimentaria se da cuando “todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”.

A este término, se  le suma el de soberanía alimentaria, el cual es un “derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales, en los cuales la mujer desempeña un papel fundamental”.

No obstante, Miriam Bertran señaló durante la conferencia virtual “Fundamentos y desafíos actuales de la antropología de la alimentación” organizado por la Academia de Nutrición y Salud de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, que el hambre mundial aumentó en 2020 bajo la sombra de la pandemia del COVID-19, pues la cifra anterior representó un aumento, en un sólo año, de casi 320 millones de personas que padecieron hambre, siendo en total 811 millones de personas las que carecieron de alimento en el año pasado.

Asimismo, se registró que en los últimos cinco años el nivel de seguridad alimentaria se había mantenido estable, hasta el 2020 cuando creció del 8.4 a cerca del 9.9 por ciento, teniendo un aumento más marcado en América Latina y el Caribe y en África.

En México, añadió la nutrióloga especialista en Antropología Social y Cultural, la seguridad alimentaria de los hogares cayó de 39 por ciento en abril de 2020 a 27 por ciento en marzo de 2021, lo que significa que más del 70 por ciento de la población en el país vive de alguna u otra forma la incertidumbre de tener libre acceso a la comida.

La especialista indicó que para erradicar el hambre, desde la antropología de la alimentación todavía faltan muchos puntos por analizar, empezando por el sistema alimentario, cómo se continúa conformando el sistema de producción, distribución y consumo de alimentos, cuál es la organización social que está alrededor, cómo se construye, cómo se están ejerciendo los sistemas de poder y sobre todo cómo se está organizando en las ciudades la producción y distribución de alimentos.

Más allá de emitir recomendaciones al hablar de inseguridad alimentaria, Bertran consideró que lo primero que habría que conocer es la vivencia real del hambre y de insatisfacción de la comida, la falta de ingredientes, de tiempo, combustible o equipamiento para poder hacer la comida que nos da satisfacción.

“En lugar de que hablemos todo el tiempo de inseguridad alimentaria, desnutrición, pobreza, por carencias, etcétera, que hablemos las cosas por su nombre y lo que tenemos es una población que tiene hambre”.

 

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