Columnas

De aquí p’allá… La tierra

Vicotrópico

Fue cuando el pasto comenzó a ondular. Puerta que no falla.

A fin de cuentas, la tierra – siempre la tierra.

Tarde inusual cubierta de una irreal capa de sol ambarino – sostenido en las astas del venado -, sabía que no era la locura, con más tino la estulticia, como la de Erasmo. Al poniente las olas reventaban, era la mar hecha de milpa y su espuma reventaba granos de todos los colores del maíz; algunos copos de nieve salían de la regadera.

Un ratón vaquero miraba como no queriendo, alerta, sentado ahí en el sillón y de sus pistolas salían las tonadas para los que aún eran niños desde el corazón. Pájaros salían de mis bolsillos, ocasionalmente.

La gente saludaba, aún sin conocerse; había conciencia de ser todos uno y por así ser con la verdad, no había daño a la madre tierra. ¡Ahh la tierra! TIERRA …eran los oídos atentos a su voz que salía de las grietas, de entre las piedras y por cada diminuto grano, rugidito de aviso, también aleccionador y por las noches arrullador.

Las verdaderas personas eran guiadas por una luz, propia, natural: una esfera cambiante y revoltosa, mandalas mostrando información que nunca podrá ser guardada en discos duros, pantalla del alma, la consciencia mostrándose, ahí toda abierta a los demás; libros abiertos, esferas de luz abiertas, bella proyección que emana de entre ceja y ceja. Las presentaciones ya no eran necesarias y las pláticas podían dejar de basarse en los lugares comunes, ser propositivas. Choques creativos los cruces de miradas.

Paraíso, no. El mundo, río que lleva de todo. Tan solo una alternativa más llevadera; la obscuridad tenía su sitio de recreo, la luz un gran campo experimental.

Las noches con luces boreales se volvieron itinerantes, alumbrar desprendimientos de glaciares eran la delicia de quienes comprenden el mar sobre las montañas de agua salada, surfistas de ola grande y larga, mujeres con hombres de mar, mirando las estrellas disolverse en sus observaciones de arena prediciendo la nube y el temporal.

¿Dónde quedaron los miedos? – listos para devorarse

¿Y los agrotóxicos? – erradicados por las abejas

¿Qué fue de la corrupción? – contenida a raya con bien común

¿Volar? – enseñanza de los vientos

Caminar y deshacerse al paso, el viento de rotor volviendo a reconfigurar al ser en renovada materia y no se diga el espíritu. Tu espíritu con un animal, en mi caso un perro, perro negro mezcla de todos los perros negros, su raza sinraza, todo yo, aullando a la luna, contestándole al caracol su tonada ancestral.

Vivir era una ceremonia dinámica. Y la tierra, ¡ahh la tierra! con respeto la trabajábamos y cuidábamos, luego sobre ella cerrábamos los ojos para abrir el alma, comprender que avanzamos al final, con el encargo de preservar lo sagrado (sí, ¡la tierra!).

Una señora morena, sus manos morenas suaves y  fuertes, con falda amarilla, echaba tortillas en un gran comal. No pude ver su rostro, pero sentí su sonrisa.

Sonó el despertador.

Abrí los ojos en esta realidark.

Sé que todo es verdad,

lo sé porque lo soñé.

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