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A sus 31 años, el chef mexicano Indra Carrillo ya tiene una estrella Michelin

Redacción La Campiña

MESA DE REDACCIÓN.- Roma no es el único barrio de México de moda. “La Condesa” es el nombre del restaurante parisino con el que el joven chef mexicano Indra Carrillo obtuvo esta semana una valiosa estrella Michelin, solo 16 meses después de su apertura.

Con 31 años recién cumplidos, Carrillo es consciente de que la más preciada de las distinciones gastronómicas no le ha caído del cielo: “Cuando mis compañeros de la escuela de artes culinarias salían de fiesta en Lyon, yo me iba bañadito y peinado a trabajar a la panadería” de madrugada. “Era feliz”, explica Carrillo, luciendo su nuevo uniforme de chef con la emblemática estrella roja.

“La Condesa”, en alusión al barrio en el que creció, es un diminuto restaurante de tonos grises y amarillos situado en el centro de París, con únicamente 24 plazas, y una cristalera que deja ver la cocina en la que una pequeña brigada de 4 cocineros elabora una gastronomía francesa con influencias especialmente mexicanas.

El lunes Carrillo estaba preparando el servicio de noche “cuando (recibió) una llamada” de Michelin. Lo dejó todo para asistir a la ceremonia anual en la que se anunciaron las nuevas estrellas en Francia.

El galardón es el fruto de haberse dedicado en cuerpo y alma a la cocina desde que a los 12 años empezó “a llamar a las puertas de los chefs” mexicanos, de haber trabajado en nueve países y en una asombrosa lista de reputados restaurantes, incluidos los parisinos “Le Meurice” con Yannick Alléno, “Le Bristol” con Eric Fréchon, así como el “Ritz” de Londres y el “Noma” de Copenhague.

Además de los platos, este chef ya galardonado como “Joven talento del año” por la guía Gault&Millau en 2016 y 2018, elige el tipo de pan que se adapta a su comida, los vinos -muchos biodinámicos-, prepara los postres y se ocupa de sus comensales.

La carta es inexistente. “Como mejor me expreso es con la sorpresa, con un menú de 4 o 6 tiempos. Como cuando uno va a casa de alguien, no pregunta qué va a comer, pero el anfitrión da lo mejor de sí mismo”. De ahí el nombre, “La Condesa”, “para recibir como en (su) hogar”.

Sus planes futuros también los mantiene en secreto, aunque adelanta: Este restaurante “es un taller para seguir aprendiendo. Mi sueño nunca ha sido pararme aquí”.

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