Entrevistas

Ricarda Jiménez, defensora de la cultura zoque desde la cocina prehispánica

Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- Sin sal. Así es como Ricarda Jiménez recuerda haber preparado sus primeros tamales apenas a los 8 años de edad, en la lumbre de la cocina de su bisabuela Margarita Moreno, una mujer profunda fuente de conocimiento de quien aprendió todo lo que hay que aprender de la comida zoque.

Hoy, 50 años después de aquel primer encuentro con la cocina tradicional, es una de las comideras (mayordomas) más reconocidas de la comunidad de Copoya, en el municipio de Tuxtla Gutiérrez, y Embajadora de la Gastronomía Zoque a nivel nacional e internacional.

Junto a su bisabuela, Doña Ricarda construyó su amor por la cocina tradicional de la mano de su abuela, su mamá, sus tías y madrinas, todas descendientes de una familia de cocineras de etnia indígena, originarias de Chiapas, en el sureste mexicano.

Aunque le hubiera gustado haber sido doctora, la vida le heredó la fortuna de aprender a cocinar. De pequeña, apenas podía estar como ayudante arreglando la cocina o picando los ingredientes para el cochito horneado, la sopa de chipilín, los tamales chiapanecos, tamales de hoja de milpa o el tasajo con frijol.

“De niña yo quería ser doctora, soy sincera, de medicina general, pero terminé siendo cocinera”.

Doña Ricarda reconoce que “echando a perder se aprende”, pues estos pequeños errores le han valido para hoy ser una gran guardiana de sus tradiciones que, con su buena sazón, representa a su cultura y a su pueblo. Y el mismo pueblo lo reconoce porque, como lo narra, “siempre me buscan”.

Desde hace seis años fue reconocida como Embajadora de la Gastronomía Zoque, por lo que ha asistido a foros nacionales en los que se dan intercambios culturales, en diferentes estados del país como Cancún, Acapulco, Monterrey, Querétaro, Guanajuato, Guadalajara, Ciudad de México, Puebla, entre otros.

Además, ha participado en programas de televisión internacionales, siempre enalteciendo a su pueblo, la comida zoque, y compartiendo sus conocimientos con nuevas generaciones para que no se pierdan los usos y costumbres de su pueblo, como una encomienda que le debe, dice, a su ejido.

“Yo vengo representando a mi ejido porque no queremos perder las costumbres de cocinar con leña, cocinar quelites, comidas naturales, porque ahorita la gente ya es puro pizza, sopa Nissin, refresco embotellado”.

Las flores de chipilín, de calabaza, de elote o las flores de cuchunuc, además de diferentes quelites, maíces nativos, frijoles y otros alimentos que ella misma siembra, forman parte de los principales ingrediente que utiliza para sus preparaciones, aunque lamenta que no reconozca su valor.

“Hay gente que no entiende, a veces lo primero que dicen es que esa es comida es de albañil y están equivocados porque es una comida sana, porque es comida que estás haciendo en tu casa y no lo estás comprando hecho”.

Por eso para ella es importante continuar con su labor de comidera e incansable defensora de la cultura zoque, porque “para que reconozcan que esta comida no es la comida del naco, (hay que)  difundirlo y consumir (…); pero si quieres enseñar, primero aprende”.

A la par de preparar infinidad de platillos de raíz prehispánica, Doña Ricarda ha sido una incansable servidora comunitaria, participando en fiestas patronales, en campañas en apoyo a su comunidad y sirviendo a mujeres y niños en situación de vulnerabilidad.

“Yo soy mil usos: hago campaña de registro, defendiendo a las mujeres maltratadas, si hay niños maltratados los rescatamos, los llevamos a la Fiscalía de la Mujer. Me gusta apoyar mucho a la gente.

Si es una mujer, sola debe salir adelante. Hay mujeres que tienen un hijo y se ponen a pelear pensión y eso está mal; hay que demostrarle a los hombres que uno como mujer debe salir adelante sola. Yo fui madre y padre de mi hijo igual mi hermana y salimos adelante, tenemos dos hijos con profesión”.

En su visita a Puebla tras participar en el diplomado Latidos de la Cocina Tradicional Mexicana del Centro de Lecturas, Escrituras y Memorias (LEM), cuenta que la pandemia por el Covid-19 la ha limitado, pero por fin después de mucho años ha logrado emprender un proyecto que llevaba tiempo planeando: instalar una escuela-taller con cursos de cocina y plantas medicinales, la cual espera abrir tan pronto lo permita las autoridades sanitarias.

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