Columnas

De aquí p’ allá… Parte del mundo

Vicotrópico

Se sabe parte del mundo, pues todo cuanto sucede la marca con consecuencias.

Cuando se siente caña y un céfiro le acaricia, de su cuerpo salen brazos en hojas cuyos bordes aserrados cortan las maledicencias que escucha en la calle.

Hay días en que es un volcán en plena erupción, a su alrededor se desatan tormentas eléctricas y cúmulos de ceniza generan su visión. A cada paso que da, proyecta aludes incendiarios.

Si el vacío le gana terreno, ella es como una mina a cielo abierto: desolada, desollada, como reflejo de las injusticias que el mal deja caer sobre los pueblos. En los tiempos más oscuros, acompaña a su gente y sana sus vacuidades.

Para cuando se vuelve taciturna, la noche la imita y una parte secreta se despierta para arrullar a la otra. A su canción de cuna la arman un coro de insectos y pájaros y anfibios.

Ella es cuerpo de agua y una especie de arboreto, guardiana de flores silvestres que se dan a lo loco en sus pies de niña, amante, profesora, campesina y abuela.

Se sabe parte del mundo y no deja de ir a trabajar un solo día, pues alguien tiene que poner el ejemplo con la sonrisa, aunque a sí misma se esté desbaratando en su quehacer. Para ella no hay descanso.

Guarda perlas de vida bajo su manto, cuentas multicolor que contienen la historia de todo lo que ha sido, cofrecitos guardando el tesoro de lo que vendrá. Por ser tesoro, le persiguen el rastro y su mecanismo de defensa es la resistencia tejida con hilos de identidad.

Como es sol que acompaña al Sol, tiene una estrategia para iluminar. Ha trabado acuerdos con el venado y con las hormigas y las aves y las abejas para moverse por las montañas, entre las piedras, cuesta abajo y arriba, por los cielos y los tiempos.

Mantiene diálogo con nubes, estrellas y luna; hablando de lo cierto que hay sobre la tierra, de lo que hay que cuidar y respetar. Su palabra es viento que se guarda en nuestros pechos, nosotros sus hijos y siempre tenemos a punta de lengua.

A modo de antífrasis la conceptualizan como mercancía. Y aunque se alude en un supuesto masculino, el maíz es la madre de nuestros pueblos.

Artículos relacionados

Back to top button