Entrevistas

Doña Celia, defensora de la etnia yoreme mayo desde la gastronomía

Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- Debajo de un árbol de algodón que otorgaba sombra en el acalorado lugar, en la hornilla que su abuela tenía fuera de su casa en uno de los cerros del Topolobampo, en Sinaloa, fue donde de niña Celia aprendió a cocinar.

Este lugar, que al paso de los años se convertiría en uno de sus mejores recuerdos, no solamente la impulsó a dedicar su tiempo a la preservación de diversos platillos típicos de la región, sino también a adentrarse en el estudio e investigación de la gastronomía de la etnia yoreme mayo (que podría traducirse como la gente de la ribera que respeta la tradición”).

“Yo me acuerdo muy bien que cuando veía a mi abuela que estaba en la hornilla cocinando… como en Topolobampo vives en cerros, vives en muros donde están construidas las casas, mi abuela vivía abajo del cerro y yo vivía arriba. Yo veía que ella estaba cocinando y corría ayudarle a tostar el café y me llegaba el olor hasta la casa. Le robaba un pedacito de café y me gustaba mucho probar el sabor tostado”.

Celia Guadalupe Montaño Flores  es una cocinera tradicional yoreme guardiana de las prácticas ancestrales de este pueblo indígena; lleva más de diez años dedicada a la investigación, documentación, difusión y valoración de los saberes e ingredientes de su pueblo, el único grupo nativo de Sinaloa.

Y es que tras que su abuela paterna  comenzó a transmitirle las enseñanzas y costumbres indígenas, se introdujo en la cocina tradicional: aprendió a tostar café, a hacer tortillas, a preparar la hornilla con la leña y más tarde conoció una infinidad de comidas propias de los lugareños.

De su madre, también de origen indígena pero de la cultura mazateca, aprendió a cocinar recetas con ingredientes del mar, pescados y mariscos, sabores que hacen honor a la cercana bahía del Topolobampo.

Tras el nacimiento de su hijo, la preocupación por dejarle un legado a su descendencia, hizo que no se conformara sólo con el quehacer de investigación o preparación de la comida para los miembros de su familia, sino que se lanzó a difundirlo tanto con los propios como en otros espacios y con otra gente.

“Estaba preocupada porque yo decía ‘¿qué le voy a dar a mi hijo?, ¿qué le voy a enseñar a mi hijo?, ¿mi hijo está creciendo y yo qué estoy haciendo para el futuro de él?'”.

Si bien ya tenía experiencia dentro de la investigación y documentación de la cultura yoreme, fue justamente su hijo quien ya más grande comenzó de Oficio (quienes se dedicar a la organización de las fiestas patronales), y con ello la animó a participar en los encuentros ceremoniales del pueblo, festividades muy reconocidas ya que a través de ellas se reproducen las tradiciones y simbolismos religiosos y reúne a familias enteras durante las celebraciones.

“Entonces es cuando se empieza a interesar mucho por la música y la danza de nuestras costumbres, y yo a meter en apoyarlo, de ir fiesta tras fiesta y ya me meto y ahora sí, de lleno a la cocina”.

Siendo fiestas de “carrera larga” como la misma Celia las describe, por durar cerca de 20 horas, en estas celebraciones la gastronomía juega un papel fundamental, mismo que ella ha logrado desempeñar a tal grado de que a la actualidad participa en los rituales yoremes como cocinera Alperes Yoo’we (fiestera mayor).

EL RECONOCIMIENTO

La defensora de la cultura yoreme mayo, comenta en tono jocoso que a pesar de su trayectoria ella no se consideraba cocinera tradicional, de no ser porque en la organización de un encuentro de cocineras tradicionales, sin esperarlo resultó ser una de las únicas tres seleccionadas para ofrecer una ponencia en el Foro Internacional de la Cultura Gastronómica.

“Yo ya estaba dentro de la cocina, pero yo no me consideraba cocinera. Junto a ella (Julia Gastelum) emprendimos este camino junto con otra cocinera. Desde ese momento fuimos inseparables”.

Recientemente, Montaño Flores visitó la ciudad de Puebla para participar en el segundo diplomado Latidos de la Cocina Tradicional que organiza el Centro de Lecturas Escrituras y Memorias (LEM).

“Participar en este diplomado me hace sentir importante porque después de venir de un proceso en el que somos ignorados porque nuestro estado no está posicionado como los demás, y el poder contribuir a este tipo de ejercicios de información, de transformación, nos hace también que se nos transforme el alma, porque estamos creyendo cosas muchas veces erróneas y alguien que realmente conozca tiene que venir para que nos puedan cultivar”.

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