Hijos del Maíz

“Milpa. Pueblos de maíz, tributo” dedicado a este antiguo sistema agrícola

Redacción La Campiña

MÉXICO.- La interacción de una gran cantidad de especies convierte a la milpa en un ecosistema, cuyas bondades le han permitido trascender en el tiempo desde las remotas épocas mesoamericanas. Todos los valores de este sistema agrícola se reúnen en el libro recientemente publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Gobierno del Estado de México, Milpa. Pueblos de maíz. Diversidad y patrimonio biocultural en México.

La obra fue presentada en la XXXII Feria Internacional del Libro de Antropología e Historia (FILAH) por varios de los autores de sus capítulos, los especialistas Adelita San Vicente, Cristina Barros Sierra, Eckart Boege y Rafael Ortega Paczka, quienes por años han estudiado a profundidad este pulicultivo, del cual si bien el maíz es la especie principal, a esta le acompañan otras como el frijol, calabazas, chiles, tomates y otras más, dependiendo de la región.

Como explicaron en la transmisión efectuada a través de la página www.feriadelibro.inah.gob.mx, en el marco de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaria de Cultura del Gobierno de México, la publicación reúne los conocimientos vertidos en tres exposiciones: Milpa, pueblos de maíz y La milpa. Espacio y tiempo sagrado, presentadas en el Museo Nacional de Culturas Populares, y El corazón de la milpa, en el Museo Regional de Querétaro, entre 2016 y 2017.

De esta manera, doce conocedores, entre ellos José Sarukhán Kérmez, Alba González Jácome, Cecilio Mota Cruz, Narciso Barrera-Bassols, Vittoria Aino y Luis Felipe Crespo Oviedo, por mencionar algunos, conforman en sus páginas un homenaje único, fundamentado, de la milpan (del náhuatl milli, “parcela sembrada”, y pan, “encima de”); itzzu, en mixteco; guela cue, en zapoteco; tarheta, en purépecha; huähi, en otomí; kool, en maya; takuxtu, en totonaco; yaxcol, en tzotzil; ichírari, en tarahumara, y tjöö, en mazahua.

El libro abona a la investigación, difusión y, por ende, a la conservación de un sistema al que también se le conoce como “la tríada mesoamericana”, por su combinación de maíz-frijol-calabaza. Asimismo, los presentadores no dejaron pasar la mención del recién inaugurado Cencalli: Casa del Maíz y Cultura Alimentaria, en el histórico edificio de Molino del Rey.

La propia Cristina Barros, responsable del guion curatorial del nuevo museo y activista contra la introducción del maíz transgénico, destacó que al menos tres capítulos del libro destacan la variedad de las cocinas mexicanas, a partir de los productos de la milpa y de las preparaciones que surgen del maíz, en especial del nixtamal, siendo la nixtamalización otra de las aportaciones mesoamericanas.

En su intervención, el ingeniero Rafael Ortega Paczka, del Posgrado de la Universidad de Chapingo, refirió que entre mediados del siglo XX y la primera década del XXI, el número de razas de maíz reconocidas por los especialistas para el país, aumentó de 25 a 64, y en la actualidad diferentes autores proponen nuevas razas. Sin embargo, son 44 las que se consideran consolidadas hasta la fecha, cuyas características pueden hallarse en esta nueva publicación.

En México, dijo, la conservación de la diversidad de maíz nativo se lleva a cabo mediante dos estrategias básicas: in situ, la cual han realizado a lo largo de siete mil años las familias campesinas en las diversas regiones del territorio; y ex situ, es decir, en bancos de germoplasma, que se empezó a aprovechar a mediados del siglo pasado.

“Esto sugiere que una parte considerable de la diversidad de maíz que teníamos hace 70 años, aún la mantiene el conjunto de agricultores y campesinos del país. No obstante, es equivocado intentar preservar este conjunto y su evolución solo mediante unas cuantas poblaciones nativas representativas de las razas en poder de unos cuantos agricultores custodios”, advirtió.

De acuerdo con el investigador emérito del INAH, Eckart Boege Schmidt, Milpa. Pueblos de maíz. Diversidad y patrimonio biocultural en México pone a nuestro territorio en su justa dimensión como centro de origen, domesticación y diversificación del maíz, “pues no todos los países tienen este elemento central, y en eso radica nuestra riqueza”.

Es interesante, refirió, que en todo nuestro territorio, de 0 m a 3,000 m hay sembrado maíz, y de una precipitación de 200 mm al año a 4 m, genera una diversidad tan impresionante alrededor de esta gramínea. Por último, el antropólogo sostuvo que el sistema de la milpa es más que maíz, “es el laboratorio más importante de la domesticación mesoamericana”.

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