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Carrito de camotes de Puebla recorre las calles de Nueva York

Magdiel Olano

MESA DE REDACCIÓN.- Oriundo de San Juan Tetla, municipio Chiautzingo, Puebla, Hernán Arellano llevó la riqueza de la gastronomía poblana hasta Nueva York, en donde emprendió un pequeño negocio de dulces típicos con un carrito de camotes.

Gracias a las enseñanzas de su papá y su tío, quienes desde los 13 años los enseñaron a él y a su hermano Néstor a preparar camotes, con su negocio ahora son un gran atractivo para los neoyorkinos y regalan recuerdos de su natal México a los connacionales que viven en los barrios de los distritos de Estados Unidos.

Hernán recuerda cómo él y su hermano ayudaban a su papá cuando salían de la secundaria, y remolcando su carrito de camotes iban desde San Martín Texmelucan hasta la Ciudad de México para vender en La Merced y en las calles del centro de la capital del país, principalmente en los meses de septiembre, diciembre y enero, las épocas fuertes por los festejos del día patrio y la temporada navideña.

“Yo los iba a vender a la Ciudad de México en septiembre porque era el mes patrio y toda la gente iba al centro de la ciudad de México, en diciembre y enero era la temporada navideña, la gente paseaba por las calles cerca del Zócalo, el Día de Reyes también era un día muy fuerte para nosotros”.

Las calles de Correo Mayor, Pino Suárez, 16 de Septiembre y Uruguay, eran las principales calles donde los tres Arellano solía caminar ofreciendo sus camotes preparados como los dulces típicos originales de Puebla, esperando a que cayera la noche ya que después de las 9:00 les daban permiso de colocarse en la gran explanada del Zócalo de CDMX, donde esperaban para alcanzar mayores ventas.

Aunque la venta del tubérculo logró sacarlos adelante por un tiempo, luego de 14 años en el negocio la complicada situación económica que se vive en México los orilló, como a muchos otros poblanos, a dejar a la familia en su pueblo y perseguir el sueño americano, por lo que se fueron hasta el estado norte del país vecino para alcanzar a su papá, quien había viajado hasta allá con anterioridad.

“Las cosas en México siempre han estado bien difíciles y siempre tuvimos mucha necesidad, ese es otro motivo por el cual nos venimos para acá para salir adelante”.

Lavaplatos, ayudante de cocina y mesero, son los trabajos que más fácilmente logran conseguir los migrantes en Estados Unidos, por lo que por once años el par de hermanos laboró en restaurantes y cocinas de allá, pero la ambición de crecer y tener mejores oportunidades les inspiró una gran idea: poner unos camotes poblanos en Nueva York.

“Qué mejor que de camotes, algo que sin duda alguna sé preparar a la perfección y también para continuar con la tradición familiar que hemos llevado a cabo por algunas generaciones”.

Aunque la iniciativa fue genial, conseguir un carrito de camotes en Nueva York no lo fue tanto. Tuvieron que pasar algunos meses hasta que Hernán lograra que su carrito de camotes, su mayor herramienta de trabajo, también cruzara la frontera, pero cuando lo hizo causó una gran novedad entre la urbe de la desarrolla ciudad.

El silbido tradicional cuando libera el vapor, es lo que más llama la atención y atrae a los clientes al colorido carrito, donde a leña se prepara el dulce y se despachan por 6 dólares la orden de camotes (120 pesos mexicanos, aproximadamente) y 5 dólares la orden de plátanos (100 pesos mexicanos, aproximadamente), los cuales pueden ir bañados con cajeta, leche condensada, chocolate líquido, canela en polvo o chispas de chocolate y de colores, todo a gusto del cliente.

A DOS AÑOS

Han pasado dos años desde que Hernán emprendió el negocio de los camotes en las calles de Nueva York, y la demanda ha sido tan grande que ya logró poner otros dos carritos que son atendidos por su hermano y un amigo, quienes deambulan por zonas específicas de los cinco condados de la ciudad, como el Bronx, Brooklyn, Manhattan, Queens y Staten Island, por donde más transitan más mexicanos.

“Les agregamos las chispitas para llamar la atención de los niños que son hijos de padres mexicanos pero nacidos aquí, que no los conocen pero al ver los colores les llama la atención y los niños siempre van a estar más pegados al dulce. Hay personas que me los piden con todo, hay unos que les gustan solitos, o bien la preparación tradicional, es cuestión de gustos”, agregó Hernán.

Aunque llega a comprarles gente de diferentes países como Brasil, Perú, Colombia o China, los mexicanos son mejor clientes, pues no sólo les vende un una comida con la tradicional receta de Puebla, sino que les comparte recuerdos que los hace añoras su país natal.

Y así como a todos en el mundo, a Hernán la pandemia de coronavirus lo tomó por sorpresa, eliminando por completo sus ventas entre los meses de marzo a octubre ya que no pudieron salir a las calles a vender; en noviembre pasado, cuando se levantó el confinamiento en dicho lugar de Estados Unidos, volvieron las ventas pero apenas a un 50 por ciento. Pues antes de la pandemia en un fin de semana llegaba a vender entre 25 a 40 camotes y entre 65 a 70 plátanos; y en un día alto de venta llegó a vender hasta 800 dólares (16 mil pesos mexicanos, aproximadamente).

Pero ni la pandemia ha detenido a este orgulloso poblano, pues en cuarto carrito de camotes ya está en puerta, por lo que espera seguir adelante y recuperar las ventas con ayuda de las redes sociales como Facebook e Instagram, desde donde avisa a sus clientes las calles de la ciudad que va recorriendo y lo puedan ubicar.

“Mi deber siempre va a ser intentar dar buena calidad y un buen servicio, me siento comprometido con eso al ver el resultado de mis clientes, darles a entender de cierta forma mi agradecimiento y empeñarme día a día para tenerlos contentos”, destacó Hernán.

Con información de Kenia Flores Flores, El Universal

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