Entrevistas

La tierra donde nacen las flores amarillas para nuestros muertos

Aranzazú Ayala

PUEBLA, MÉXICO.- Modesta Delgado Juárez le ha dedicado casi medio siglo de su vida al cempasúchil. Ahora tiene casi seis hectáreas y contrata gente para cortar la flor, pero antes ella lo hacía con su familia. Lo de la flor le viene desde mucho tiempo atrás, dice, porque empezó con sus papás.

Al recordar cómo empezó con el cempasúchil pide disculpas porque la voz se le corta y está a punto de llorar; “es que me emociona mucho”, dice antes de respirar y comenzar el relato que atraviesa casi cinco décadas, una familia entera y campos de Atlixco.

Ella es la mayor de sus hermanos que ahora se dedican como ella a la siembra y comercio al mayoreo de la flor de muerto. Aunque el resto del año siembra otras cosas en sus terrenos, no hay momento en que deje de pensar en la aromática flor, cuyo olor marca el inicio de la época de frío y de la mítica temporada de Muertos.

Pese a que el cempasúchil se cultiva en muchos lugares de Puebla es principalmente en Atlixco y los alrededores donde los campos se convierten en gigantescas alfombras naranjas. En la zona esta flor representa no sólo un símbolo sino también un momento importante para la economía y la comunidad. Cientos de personas de municipios aledaños y localidades del propio Atlixco se emplean temporalmente desde el 19 hasta el 31 de octubre para cortar las flores.

A los trabajadores, que no son sólo adultos sino familias enteras donde los niños se suman a cortar la flor, se les paga por “chongos” o por “maletas”; un chongo es un racimo pequeño con las cabezas de las flores sólo de un lado, y una maleta es un conjunto mucho más grande donde se acomodan las plantas para que las flores queden viendo hacia los lados, con los tallos en medio, haciendo que los pétalos se queden en las orillas de los paquetes.

La mayoría de los clientes son comerciantes que llegan directamente a comprar por maletas para ellos después vender al menudeo. Casi todos vienen de otros estados, desde Veracruz, Guerrero, Estado de México o Hidalgo hasta Aguascalientes, Zacatecas e incluso un comprador que viaja desde Baja California. Modesta explica que son raros los compradores de Puebla porque aquí, dice, estamos en el mero centro. Y especialmente Atlixco cuyo orgullo además de ser conocido por sus flores es ser el epicentro de la tradicional flor de muerto.

VARIEDAD

El cempasúchil de los terrenos de Modesta, y de muchos que salpican el camino que une a Atlixco con Puebla y de los caminos que viajan hacia las comunidades del sur y rumbo al volcán es de varios tipos. Ya no es sólo la flor con los frágiles pétalos que se quitan para poner el camino de la puerta de la casa hasta la ofrenda, sino que existe también una variedad más resistente, con la flor afianzada con más fuerza al centro de la planta y más parecida a una esponja.

Esa variedad es el resultado de décadas de buscar mejorar la planta, haciéndola más resistente y duradera. De ese cempasúchil hay dos tipos, la flor lisa y la “chinita”, como les dice Modesta mientras atraviesa el campo en busca de los mejores ejemplos de cada una. También en el campo hay algunos “machos”, que son plantas con flores muy pequeñas, casi sin pétalos. Aunque son pocas esas no se cortan para los “chongos” ni las “maletas” y se quedan ahí, en la tierra.

El ciclo de la cosecha y siembra del cempasúchil empieza desde que se colocan los altares de Día de Muertos y termina el 31 de octubre, en la víspera de uno de los festejos más emblemáticos e importantes del país.

FLOR Y VIDA PARA LA MUERTE

Modesta compara la siembra del cempasúchil con un embarazo. Todo el proceso es emocionante, todo el ciclo le gusta. La emoción desde recolectar la semilla es como cuando te embarazas, dice, cuando sientes crecer al bebé, no sabes qué va a ser, y así como después de enterrar las semillas empieza a brotar. Después el transplante y la atención a las flores es como estar cuidando al niño, “todo eso lo vivimos”.

Cuando Modesta camina entre las flores para tomar una foto se atora entre dos plantas; “luego no me dejan salir”, y se ríe. Porque el cempasúchil parece que se une como si los tallos y las hojas se extendieran y se tomaran de la mano con sus pétalos, entrelazándose para no dejarse caer después de una fuerte lluvia o cuando azota el viento.

Para ella y su familia, al igual que para muchos otros campesinos de la región, es importante que se conozca todo lo que significa e implica la producción de la flor de muerto. Aunque se cultiva en otras regiones como la zona de las Cholulas y el corredor de Acatzingo a Huixcolotla, en ninguna zona se produce de manera tan abundante como en la famosa ciudad de las flores.
Porque si Puebla siembra, dice Modesta, Atlixco es la mata.

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