Pequeños productores de Bolivia luchan por sembrar papa en condiciones poco favorables
Los pequeños productores agrícolas de la región tropical de Bolivia han asumido el reto de sembrar algunas variedades de papa, un cultivo propio de la región altiplánica, en lo que supone un desafío a la naturaleza y una lucha constante con el clima adverso.
Calor, humedad y temperaturas que superan los 30 grados la mayor parte del año son las características de la zona agrícola de Santa Cruz, en el este de Bolivia, que destaca por su desarrollo y actividad productiva y difiere de las zonas andinas gélidas del occidente y receptoras de riego procedente de las cordilleras que las rodean.
Hernán Escalera, un agricultor que se dedica hace 22 años al cultivo del tubérculo, mencionó que el desarrollo del sector ha pasado del trabajo “manual, con azadón” a lo que ahora llama el “trabajo convencional”, con maquinaria que en muchos casos él mismo contrata. Aunque la cosecha del tubérculo “sigue siendo a mano”, contó.
Este hombre quechua, sostiene que el principal problema “es el clima”, pero al mismo tiempo aseguró que si todo va bien, puede haber una buena cosecha.
“Aquí mayormente esperamos a la Naturaleza, no hay riego y esperamos que llueva y si llueve, (la papa) nos llega a rendir hasta 1.300 o 1.400 arrobas por hectárea”, manifestó refiriéndose al cierto toque de fortuna necesario para que se cumpla lo que espera.
Por su parte, Alicia Holguín, una mujer quechua de 60 años que llegó a esta región cuando tenía 13, contó que el resultado “no es seguro” y que todo depende de la cantidad de agua que caiga en el invierno cruceño.
La siembra de papa se realiza una vez al año y debe hacerse entre el 25 de abril y los primeros días de mayo, de manera que la cosecha esté lista para los tres meses posteriores. Holguín señaló que ahora el clima es impredecible y notó que hace cuatro años ya “no llueve en su debido tiempo” o que a veces lo hace con demasiada intensidad, incluso en plena cosecha.
Ambos productores calculan que por hectárea se suele invertir hasta 3.000 dólares, que abarca el proceso de plantación, mantenimiento, cosecha y traslado a un centro de venta. La experiencia ha hecho concluir a los productores de papa en el oriente boliviano que la agricultura es una actividad de “ganar o perder”, más aún cuando los riesgos por esta actividad están condicionados por las consecuencias inmediatas del clima, insectos o enfermedades.