Agricultura

Frambuesas, perlas rojizas que iluminan el rostro de Buenavista

Magaly Herrera

Este pueblo de Huejotzingo cuenta con 77 hectáreas sembradas de berries

Huejotzingo, Puebla.- San Diego Buenavista, pueblo coronado por los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl se fundó en las latitudes de la hacienda con el mismo nombre. En esas fincas productoras de alelíes durante la Revolución mexicana, los campesinos que heredaron la tierra se dedicaron al cultivo de frutales como tejocote, pera y capulín, especies generosas del clima frío predominante en la región.

Sin embargo, en la actualidad esos frutales son adorno en las veredas que dividen los predios de frambuesas y zarzamoras. Aquellos árboles siguen rebosantes, pero sólo son constancia del pueblo que ya no es.

Ese lugar con una añeja tradición migratoria se ha reinventado en apenas un lustro, pues los jóvenes que antes iban a Estados Unidos en busca del “sueño americano” hoy se quedan para vivir la fortuna que les da su propia tierra.

Un largo viaje

La evolución del cultivo de frambuesas, zarzamoras, arándanos y fresas ha crecido exponencialmente los últimos diez años en México. Cifras de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural (Sagarpa) lo colocan como el quinto productor de berries del mundo, antecedido sólo por China, Estados Unidos, Rusia y Polonia.

Hace apenas seis años algunos pobladores de Buenavista que habían trabajado en los campos de frambuesas de California, en Estados Unidos, exploraron la posibilidad de replicar este cultivo en su tierra de origen, apelando a su intuición para convocar a otros productores e instaurar el Grupo Rural Buenavista.

Marcos Hernández Corona, uno de los fundadores, sabía sembrar, podar y cortar las frutillas, y junto con unos 80 asociados cooperaron para adquirir las primeras plantas libres de patentes. No, al principio no fue fácil. Un proveedor huyó con la mitad de los recursos que habían dado como anticipo para comprar las plantas. Sin embargo, el desánimo se transformó en reto y así comenzaron a sembrar traspatios, pequeños predios y senderos.

Hoy ese pueblo de Huejotzingo semeja un solo campo de frambuesas con 77 hectáreas sembradas y el 80 por ciento de habitantes dedicados al cultivo, uno de los más rentables a nivel mundial.

Grupo Rural Buenavista produce unas 4 mil 500 cajas de berries cultivadas a cielo abierto, y si los cultivos pudieran ser techados la producción aumentaría 40 o 50 por ciento, lo que les permitiría competir en el mercado en la segunda cosecha que va de octubre a diciembre, cuando el precio de las frutillas es el mejor del año.

Cambio de vida

En Buenavista la tierra es gris, suelta y brillante; sobre la mano parece limadura fina de metal, pero su composición es idónea para la preservación de un ecosistema donde la polinización es copiosa, lo que ha contribuido a que las plantas de frambuesas sean especies climatizadas y casi endémicas.

Para Hermelinda López Rosas, que también pertenece al Grupo Rural Buenavista, el cultivo de frambuesas le ha cambiado la vida.

“El año pasado mi hija no pudo ir a la universidad por falta de recursos, pero este año sí fue gracias a que tuve ingresos por este proyecto. También le digo a mi hijo, que desde los 17 años está en Estados Unidos, ‘ven, regresa que aquí ya hay cómo salir adelante’”.

A pesar de que los cultivos a cielo abierto se enfrentan a las contingencias climatológicas, la prosperidad en su cosecha y la alta demanda en los mercados nacionales animan a los productores a buscar apoyos para crear invernaderos, posibilidades para industrializar y exportar.

“Hoy la gente, los jóvenes que se fueron de migrantes a California ya están regresando y los que están aquí terminando la secundaria ya no piensan en irse. Ahora ven y dicen ‘aquí está lo que vamos hacer los próximos años y a esto nos vamos a dedicar’”, cuenta Marcos Hernández.

Para los labriegos de la región el cultivo de berries es un símbolo de resistencia que los impulsa a buscar nuevos horizontes comerciales de forma organizada.

Pablo Garita, cabeza del Grupo Rural Buenavista, considera que su trabajo y dedicación a este proyecto es ejemplo para mostrar a las instituciones que solos han podido salir adelante, pero que con su ayuda podrían ir más rápido.

“No se trata de que nos cambió la vida nada más en lo económico, sino de cómo hemos hecho que el pueblo se transforme para bien”, dice.

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