Entrevistas

Valeria Mata: sobre la antropología de la comida

Luisa Rentería

MÉXICO.- Conocí a Valeria cuando llegó a vivir al Centro. En el grupo de vecinos la presentaron como una amante de la comida y la cocina, así que de inmediato la busqué. Tiempo después, ofreció un pequeño taller en su casa-estudio, cuando acudir a los hogares ajenos era un privilegio que ahora muchos extrañamos. Fue un taller sobre antropología de la comida, muy interesante, ameno y con una atención especial para cada uno de los que estuvimos presentes.

Valeria Mata es investigadora y antropóloga social. Ha cursado estudios en la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Autónoma Metropolitana en la Ciudad de México, y la Escuela de Estudios Asiáticos y Africanos en Londres. Sus líneas de investigación se han centrado en los cruces entre las prácticas artísticas y la antropología, la antropología del viaje y del turismo, y la dimensión política y cultural de la comida. Es autora de los libros: Plagie, copie, manipule, robe, reescriba este libro (2018) y Todo lo que se Mueve (2020). Del 2015 al 2019, dirigió MUEVE, una biblioteca pública itinerante de publicaciones independientes latinoamericanas.

¿En qué nuevos proyectos estás trabajando?

Estoy investigando mucho sobre el pan. No desde el punto de vista puramente gastronómico o de sus componentes nutricionales, sino desde su dimensión social, política y simbólica.

¿Qué planes vienen a futuro relacionados a la antropología de la comida?

Estoy trabajando en una publicación sobre el tema, pero será un proceso más bien lento, que requerirá paciencia para la investigación y la escritura. También, en noviembre, haré una residencia de investigación en Perú enfocada en la antropología de la alimentación. Tengo la intención de conversar con los productores de la zona, y me interesa documentar y escribir sobre sus prácticas de producción y consumo, además de su filosofía en relación con la soberanía alimentaria, el kilómetro cero y la cercanía entre quien produce y quien consume.

 

En tu libro Todo lo que se Mueve abordas el tema del viaje y el desplazamiento, y en él describes varios pasajes relacionados con la comida. ¿La comida ha sido un motivo para desplazarte constantemente?

Sí, la comida sin duda es una de las motivaciones más importantes para moverme. Creo que en ella se condensa y se traduce la cultura. La comida no solo es un producto de consumo, sino un conjunto de imaginarios, formas de concebir el mundo – humano y no humano–, tabús, prohibiciones, y todo eso surge al momento de comer. Me gusta mucho saber qué se come en los distintos lugares que tengo la oportunidad de visitar, cómo y cuándo lo comen y dónde lo venden; preguntar si lo comen con cubiertos o con las manos, si lo comen parados o sentados; conocer en qué época se cultiva, saber por qué en ciertas regiones hay ciertos alimentos y en otras no; y en general todas las formas sociales alrededor de la comida.

¿En qué momento iniciaste con la antropología de la comida?

Desde que estudié antropología me interesaron los cruces de esta disciplina con otros saberes. Por otro lado, desde chiquita siempre he tenido una cercanía con la comida, con el placer de sentarnos a la mesa; era casi un ritual hacerlo. Más tarde, hubo un momento en el que me di cuenta de que la comida (en especial el pan) había estado muy presente en momentos importantes de mi vida y no lo había tocado a nivel de investigación, de forma profesional y académica, aunque escribiera mucho sobre ello. Descubrí que en mis diarios de infancia hacía listas de las cosas nuevas que probaba, era algo a lo que le daba mucha importancia. Más adelante, cuando hice una estancia de investigación en la Escuela de Estudios Asiáticos y Africanos de Londres, donde ofrecen una maestría en Antropología de la Comida, descubrí un mundo fascinante, me clavé muchísimo con el tema y ese fue el momento en el que decidí de debía seguir ese camino de estudio alrededor de la comida, que tanto me apasionaba.

“La antropología para mí es como ponerme unos lentes que me permiten ver ciertas cosas, si me los quitara, quizá no las vería”

¿Has publicado algo con respecto al tema?

No todavía. Estoy coordinando una publicación colectiva sobre comida, cultura y poder que saldrá este año, y como te decía antes, estoy escribiendo mucho alrededor del pan, pero es un proyecto aún en construcción. Lo que sí he hecho es abrir espacios de conversación donde se puedan compartir estos conocimientos, como el taller que di en mi casa sobre antropología de la comida.

¿Qué opinas de especializarse en ciertos temas?

Creo que está sobrevalorada la hiperespecialización. Tenemos un imaginario de que entre más nos especialicemos en un tema, nuestra experiencia profesional tiene más valor. No digo que no sea cierto, conozco a gente muy experta en su campo y me parece admirable, pero también valoro mucho la forma autodidacta de aprendizaje, con sistemas que no son necesariamente institucionales. Creo que a veces se castiga el tener intereses múltiples o que no tengan mucho que ver entre sí, porque nos han enseñado que debemos centrarnos solo en un tema y no podemos abarcar demasiado porque entonces no seremos buenos en nada. En mi caso, pasa que de pronto me siento muy atraída por temas muy diferentes. Mi interés actual es la dimensión social, política y cultural de la comida, pero me han apasionado de igual forma el estudio de las plantas, la historia del arte, el anarquismo, o la geografía feminista, por ejemplo.

Aunque estas en contra de la hiperespecialización ¿Lo harás con la antropología de la comida?

Con el tiempo me encantará ir aprendiendo cada vez más. Es algo que está latente, porque además he tenido contacto con personas que llevan programas interesantes al respecto y siempre que sea posible, desearé seguir en ello.

“Poco a poco empiezan a nacer más programas sobre antropología de la comida en América Latina, pero es un  campo aún incipiente si lo comparamos con el conjunto de programas de Food Studies en Estados Unidos o de algunos países europeos con una tradición culinaria fuerte”

¿Qué piensas de que, a pesar de existir muchas publicaciones y libros de comida desde la antropología, no exista una especialidad en el campo?

Hay mucha gente admiradísima que está haciendo sus investigaciones desde ahí, además de muchos grupos de estudio en México que trabajan incansablemente. Se han organizado coloquios y seminarios alrededor del tema. Me parece que con el tiempo y el interés empezarán a surgir más programas de formación académica.

¿Habrá otro curso-taller sobre antropología de la alimentación?

He pensado impartir algo de manera virtual, pero todavía no está definido, quedé muy contenta con el primero y me encantaría volver a hacerlo. Impartí una sesión muy breve sobre historia de los recetarios en un taller al que me invitaron;  disfruto mucho dar clases y conversar con las y los participantes.

¿Me puedes platicar sobre tu gusto por la comida asiática?

Me parece maravillosa y me he llegado a obsesionar con ella. He aprendido mucho de la diversidad del continente asiático y sigo sorprendiéndome con sus sabores y formas de cocinar. Me acerqué a ella desde la curiosidad genuina y me he interesado en replicar ciertas recetas en mi casa. Celebro mucho la diversidad culinaria.

Valeria traslada su carácter amable y apacible a los espacios íntimos del hogar, como la cocina, donde los utensilios y trastes son tan importantes como los libros que recorren sus paredes.

Tienes un amor único por los trastes ¿cierto?

¡Mira mi fondo de pantalla, ya no tengo dónde guardarlos! (risas). No sé si tengo muchos o no, más bien tengo los necesarios y los que me gustan. Disfruto mucho de ellos. No me sabe igual el agua de tuna en un vaso de plástico que en un vaso de cristal que elegí con mucho cuidado. No tengo una cantidad en cuanto a volumen de trastes, más bien, los que tengo los conozco especialmente, los distingo y me gusta usarlos para contener cosas diferentes. Creo que servir la comida en ellos es como ofrecer(se) un regalo. Los contenedores son como una envoltura donde le damos de comer a quienes queremos, por eso son tan especiales para mí. Por otro lado, los utensilios en la cocina también son tecnología que hemos venido desarrollando desde tiempos inmemoriales y en ellos hay mucho conocimiento acumulado, saberes antiguos que se fueron materializando.

“Los platos le dan dignidad a la comida. No es lo mismo comer en un plato de cerámica que en un plato de unicel. En la cadena alimenticia hay muchas cosas que acompañan a la comida, como los utensilios y contenedores donde la servimos, así que, si logramos que esos contenedores sean producto de procesos más ecológicos, también los alimentos se vuelven más especiales”

Valoro muchos mis trastes, los contenedores que uso. Observo y toco con placer los materiales con los que están hechos. Son detalles sencillos que aprecio.

Platicar con Valeria es liberador de endorfinas, todas las pláticas están llenas de aprendizaje, son abiertas a nuevos temas y son espacios donde la curiosidad siempre cabe.

 

 

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