Los bordados de los huipiles encierran historias del campo
Los bordados mexicanos son una forma de expresión que da visibilidad al campo y a la naturaleza
MÉXICO.- La variedad de etnias en México es muestra de la gran diversidad cultural que poseemos, por lo cual, apreciar el arte de la elaboración textil, es esencial para valorar estas expresiones culturales de la forma en la que se merecen. Dar alta importancia a las expresiones culturales es indispensable para poder valorar la riqueza que tenemos en ellas.
Los huipiles son las prendas tejidas que en su concepción más simple podrían identificarse como las principales vestimentas de las mujeres de las comunidades indígenas de México. Su apariencia puede ser descrita como una túnica amplia o una especie de camisa larga generalmente de algodón, con bordados típicos de una región en específico.
Estos suelen ser variados y en sus tejidos se entrelazan no sólo fibras e hilos, sino también historias, saberes, conocimiento, tradiciones y cultura. Al respecto de ello, podemos ver como la representación de la naturaleza está fuertemente ligada al arte textil mexicano.
La distinción de los bordados es muy importante, pues cada región tiene particularidades que hacen de ellos piezas originales y reconocibles de las zonas en donde se elaboran; siendo así, absolutamente diferentes, los tejidos elaborados en la costa de Veracruz, de los que se tejen en la sierra de Oaxaca.
Muchos de los huipiles son bordados y decorados con motivos que hacen alusión al campo, a la vida que viene de la tierra y del sol, mostrando el íntimo vínculo que existe entre la naturaleza y la vida de nuestros pueblos originarios.
Es difícil hacer precisiones al respecto, pues podríamos caer una generalización que reduzca el significado de los bordados y tejidos de manera drástica y limitativa, sin embargo, podemos notar ciertas asociaciones que nos dan idea de cómo se vinculan los elementos de la naturaleza a los bordados en los huipiles mexicanos.
La grana cochinilla: fuente de inspiración para el arte oaxaqueño
Un ejemplo claro de esto es el bordado tradicional realizado por el pueblo zoque, que ubica sus comunidades en Chiapas, el que es únicamente de color negro, sin embargo, puede expresar dentro de él temáticas tan complejas como el origen de la humanidad hasta temas como las flores y los animales que habitan a las orillas de río Totopac.
Por otro lado, en el norte del país tenemos a las comunidades rarámuris, las cuales incluyen en sus bordados elementos representativos como el espiral que hace alusión al flujo del agua al bajar de un cerro, o las grecas que se relacionan con el viento o en algunos casos como la representación de una serpiente.
Existen también técnicas, por ejemplo, en el estado de Oaxaca, en donde se utilizaban hace tiempo las puntas del maguey o del agave para tejer sobre los lienzos, lo que también implica una cercanía entre el arte textil y los productos de la tierra mexicana.
Pero esta no es la única relación que podemos hallar, pues ya desde antes, en la elaboración y preparación de los hilos para bordar, el proceso textil se encuentra empapado del legado y tradición del campo, pues de él se extraen los pigmentos naturales que dan el colorido tan particular a estas obras de arte que son lo huipiles mexicanos.
El pigmento rojo sacado de la cochinilla que vive en las nopaleras, o los intensos tonos amarillos que se obtienen de la flor de cempasúchil, son solo algunos ejemplos de cómo el campo no solo llena de color nuestras mesas sino también nuestras vestimentas tradicionales.
Una vez más nos damos cuenta de cómo el campo y la naturaleza se encuentran presentes en nuestra vida cotidiana de múltiples maneras, ya sea desde cómo nos alimentamos, hasta cómo llevamos con orgullo nuestras vestimentas tradicionales.
Con información: SIAP