Suelos vivos, agricultura viva
Los suelos son un recurso vital para la agricultura, su cuidado y conservación son indispensables para garantizar la seguridad alimentaria y la sostenibilidad agrícola.
MÉXICO.- Los suelos son una pieza fundamental para el desarrollo de la agricultura, ya que proveen nutrientes, agua y soporte estructural para el crecimiento de los cultivos. Este recurso se conoce como finito porque aunque puede renovarse, esto puede llegar a tardar alrededor de 500 años, es decir unas seis generaciones de humanos, por lo que no alcanzaría una vida para regenerarlo.
Estos ecosistemas complejos albergan una gran diversidad biológica. Además, actúan como un reservorio de agua, regulando su disponibilidad para las plantas, lo que resulta vital en regiones donde la disponibilidad hídrica es limitada. Asimismo, a través de la descomposición de la materia orgánica y los minerales presentes en el suelo albergan y liberan nutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio y micronutrientes, fundamentales para el desarrollo saludable de los cultivos.
La estructura y textura del suelo también son cruciales en la agricultura. Un suelo bien estructurado permite el desarrollo de las raíces de las plantas y facilita la circulación de aire y agua, promoviendo un entorno favorable para el crecimiento vegetal. La compactación del suelo y la erosión son procesos que pueden degradar su estructura y limitar su productividad, lo que destaca la importancia de adoptar prácticas de manejo adecuadas.
México, además de ser megadiverso en temas como cultura, climas, biodiversidad, también lo es en sus suelos, ya que cuenta con 26 de los 32 grupos de suelos reconocidos internacionalmente, de acuerdo con el INEGI.
El 26 por ciento de estos suelos son utilizados para la agricultura, con el fin de producir alimentos, fibras y otros cultivos de interés productivo y comercial; sin embargo, pese al crecimiento poblacional al que nos enfrentamos, se trabaja de manera público – privada para que el sector crezca de manera sostenible, sin incrementar la frontera agrícola, es decir sin expandirla en territorios que no están destinados a la agricultura.