Del campo a nuestras manos: el camino hacia la soberanía alimentaria
Para las personas que luchan por la soberanía alimentaria, la distribución es un desafío que promueve redes y articulación y una oportunidad de comercializar en un marco de comercio justo, sin la intermediación del sistema agroindustrial
Reportería y redacción: Laura Rodríguez y Flavia Fiorio
Reportería y transcripción: Génesis Indriago Maya y Diandra García
Reportería y curaduría: Karla Crespo y Vinicio Yunga
Edición: Yobaín Vázquez Bailón
Coordinación: Nicole Martin
La rutina de Solbei Villamizar (Venezuela, treinta y nueve años) y su hijo de catorce años es la misma todos los sábados. Enciende la moto antes de las 7:00 a.m., monta dos cestas sobre el vehículo a dos ruedas, acomoda bolsas, bolsitas, bolsones en las manos, entre ella y el hijo, en los espacios libres, en donde quepan, y echan a rodar.
Recorre en su moto dos kilómetros y medio, los que separan su casa del mercado, para vender las cosechas que logra en su hogar. A veces hace un viaje, a veces dos, y cada ocho días recoge entre diez y ocho dólares, que representan un ingreso extra que ayuda a su familia.
Solbei no solo es agroproductora —en su casa tiene un terreno propio en donde siembra frijoles, cilantro, entre otros— sino que también es comercializadora de su trabajo, la encargada de la distribución de su cosecha. Con su moto, su hijo y sus cestas, se ocupa de este eslabón fundamental en la cadena de producción que, en otros rincones de la región y hasta de su país, se hace de diversas maneras.
Los retos de Solbei en Venezuela son similares a los que se enfrentan los cuatro proyectos agroecológicos que entrevistamos para esta investigación. En México, Ecuador, Perú y Argentina se presentan desafíos particulares de acuerdo a las características propias de su organización.
En Ecuador, Eduardo Flor es coordinador administrativo de la empresa AgroAzuay, que produce y comercializa legumbres, vegetales y frutas agroecológicas. Él se encarga de comercializar lo que le ofrecen los productores con los que trabaja. Lo hace con un camión grande que tiene música propia. Al ritmo de “vecino, vecina, te vengo a ofrecer estos productos del Azuay”, vende canastas de hortalizas, verduras, trucha, leche y pan.
En Perú, Rodrigo Montañez, emprendedor de Paccha Natural, un negocio familiar de miel y algarrobo; tiene un sistema de distribución virtual, mediante Instagram y Whatsapp, donde coordina con su comprador la entrega. El mismo sistema lo había utilizado Aremi Chan Jiménez, agroproductora mexicana, y Daniela Mussali, una de las gestoras de “Cultiva: Alternativas de Regeneración”, hasta que decidieron colaborar con una plataforma de comercialización para aumentar sus ventas.
En Argentina, la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) tiene una comercializadora propia que trabaja con camiones contratados a personas fuera de la asociación para hacer llegar los productos a los puntos de entrega que tienen distribuidos por el país. Estos camiones suelen manejarse de manera informal, sin papeles y con códigos machistas del pasado, pues creen que las mujeres no son capaces de realizar trabajos físicos ni manejar vehículos.
El papel de las mujeres en la distribución
Algo en lo que las personas entrevistadas de cada país están de acuerdo es que el trabajo de distribución está mayormente masculinizado. La logística y la distribución de mercancía en la cadena de producción queda en manos de los hombres y no intervienen mujeres ni tampoco personas de la comunidad LGBTIQ+.
Esto no quiere decir que no tengan ningún rol dentro del proceso de comercialización. Elles también participan en el proceso y son, de hecho, una fuerza importante para lograr que los productos lleguen a su destino.
—Conocemos a una mujer que ya quiere salir de esa casa y quiere llevarse a sus hijos, pero no puede porque no tiene tierra, no tiene dinero… Entonces, queremos posibilitar que, si ellas quieren, tengan independencia para obtener sus ingresos y no dependan de los de los hijos, ni los maridos. Eso es lo que perseguimos como objetivo económico de una empresita comunitaria de mujeres—, explica Daniela Mussali.
Las mujeres son las que se encargan de las actividades agrícolas, comenta Alessandra Silva, agrónoma peruana y vocera del Observatorio de Agua, Agroecología y Soberanía Alimentaria Qawarisun, para esta investigación:
—El hecho de que se pueda empoderar a las familias, sobre todo las mujeres, e incluso la población LGBTIQ+ es importante. Quienes se quedan en el campo son las mujeres, entonces hay un proceso muy interesante que está sucediendo.
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Según el Cuadernillo para la formación de promotoras y promotores de la alimentación sana de Argentina, escrita por Gloria Sammartino para la Universidad Autónoma de Buenos Aires, en 2021, “son las mujeres las protagonistas de las resistencias alimentarias y son parte de la movilización o activismo en torno a la alimentación como derecho”, pero también son las mujeres quienes están, por ejemplo, en los puntos de venta directa.
—Las que están en el piso descargando, armando los bolsones y entregando los pedidos en los centros de acopio son mujeres—, cuenta Silvia Dibiau.
También agrega que en Argentina hay personas de la comunidad LGBTIQ+ trabajando en la Unión de Trabajadores de la Tierra, sobre todo luego de la Ley de cupo laboral travesti-trans. Quizá esto abre un panorama en el futuro para que las mujeres y las personas de la diversidad sexual se incorporen en las actividades de distribución y no solo en las actividades agrícolas.
Queremos posibilitar que, si ellas quieren, tengan independencia para obtener sus ingresos y no dependan de los de los hijos, ni los maridos.
Retos que enfrentan durante el proceso distribución
Algunos de los mayores desafíos para la comercialización de productos agroecológicos son el acceso a telecomunicaciones, el factor climatológico y la centralización en cada país. Según la hoja de ruta del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (MIDAGRI) de Perú, elaborada en septiembre de 2021 en el marco de la Cumbre sobre Sistemas Alimentarios, (los mercados locales) “enfrentan una débil infraestructura de transporte, almacenamiento y cadenas de frío”.
Porque no solo tienen que competir con la gran industria procesadora de alimentos sino, además, al ser productos locales, necesitan ser distribuidos velozmente para que estos conserven su frescura y propiedades nutrimentales. Sin una sólida infraestructura de almacenamiento y transporte, la labor se vuelve más difícil.
El Cuadernillo para la formación de promotoras y promotores de alimentación sana coincide en lo mismo: “que el alimento sea trasladado desde el lugar donde fue producido hasta el consumidor, sin intermediarios, abarata los precios y potencia la soberanía alimentaria pero para eso es necesario contar con tiempo, transporte y caminos adecuados”. Sin embargo, esto es algo que no todos los productores tienen.
El contexto económico y político de cada región va marcando los problemas de infraestructura y recursos. En Venezuela, un factor importante es el encarecimiento de los productos por una crisis de combustible. El presidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (FEDEAGRO), Celso Fantinel, informó para el Observatorio Venezolano de Seguridad Alimentaria y Nutrición que “el valor de los rubros se ve afectado considerablemente durante la cadena de distribución ante las fallas de gasolina y gasoil, porque los productores deben comprarlo en el mercado negro desde 1 dólar el litro”.
Muy pocas veces las personas se detienen a pensar en todos los elementos que intervienen para que un producto agroecológico pase del campo a nuestras manos. Por ello, la urgencia de reconocer que el proceso no acaba en el momento que brota una verdura, sino que se complejiza con todos los aspectos para transportarla y mantenerla fresca.
Alianzas que apoyan la comercialización
La falta de financiamientos, apoyos de las instituciones gubernamentales y acompañamiento técnico también son un problema grave. Existen programas de diversas dependencias que, al mismo tiempo, tienen que atender otros problemas de interés público, lo cual impide una focalización real en la seguridad y soberanía alimentaria de cada país.
En México, durante el sexenio del presidente José López Portillo (1976-1982), se aprecia uno de los intentos más serios por garantizar una alimentación digna a la población. De acuerdo al análisis Las políticas alimentarias de México, escrito por López Salazar y Gallardo García en 2015, “durante esa administración se instauró el Sistema Alimentario Mexicano (SAM) con el propósito de promover la autosuficiencia alimentaria”.
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En Ecuador, a pesar de que la Ley Orgánica del Régimen de la Soberanía Alimentaria establece que «implementará un programa especial de reactivación del agro enfocado a las jurisdicciones territoriales con menores índices de desarrollo humano; incentivará de manera progresiva la inversión en infraestructura productiva: centros de acopio y transformación de productos, caminos vecinales», esto poco o nada se cumple.
Es por esto que les agroproductores han diversificado las formas de comercializar el producto y, además, crear alianzas que les favorezcan para el proceso de distribución.
Traspatio Maya, en México, es una marca de acceso a mercados para productoras y productores de agrodiversos que se focaliza en 72 localidades de los tres estados de la Península: Yucatán, Campeche y Quintana Roo. Mariana Poo Mayo, Directora General del proyecto, nos platica que ellas cuentan con un programa que vincula directamente a clientes con productores.
#PideTuHuacal consiste en obtener una membresía del programa para que cada lunes, durante veinte semanas continuas, los grupos productores abastecen los huacales o cajones con alimentos frescos de temporada. Les productores aseguran un ingreso y vuelven a ver la agricultura como algo sostenible. Pero también les consumidores reciben productos de buena calidad, sin procesos industriales.
Estas acciones conjuntas buscan visibilizar lo que hay detrás de un producto sustentable y defienden un modelo de agricultura consistente y social que a través de lo comunitario hace frente al sistema neoliberal y resulta en toda una cadena que impacta el mundo que habitamos.
Un municipio de agroproductores
En la Colonia Tovar, Estado Aragua, Venezuela, la gente vive del cultivo. Hay más de veinte mil personas dedicadas a la actividad agrícola y su activación económica se genera a partir de la distribución del mismo.
Keren Romero, distribuidora y vendedora de agrocultivos, comenzó su negocio durante la crisis sanitaria por COVID-19 en 2020. Dos veces por semana, sube en su auto las cosechas y con su bebé de 4 meses recorre aproximadamente sesenta kilómetros hacia Caracas.
Al principio, distribuía las hortalizas y frutas de la huerta familiar, pero poco a poco, y con esfuerzo, se ha convertido en un negocio formal. Ahora se encarga de llevar, no solo sus productos, sino también los de vecinos y familiares.
@esparamitarea ¿Te has preguntado cómo es que tu fruta favorita llega a tus manos? Es más complejo de lo que imaginamos. #soberaniayseguridadalimentaria #soberaníaalimemtaria #lationamérica #mujeres #maíz #coalicionlatam #CapCut ♬ sonido original – Arantza
Así como Keren, otres agricultores de Tovar cargan en vehículos los productos de su campo y al igual que elles, agroproductores de Latinoamérica diariamente se enfrentan a retos que van desde la situación climatológica, las carreteras en mal estado o los aumentos de la gasolina.
La distribución es el camino que construyen les campesines y agricultores hacia la transformación fundamental de nuestro sistema alimentario. Es la resistencia ante décadas de control empresarial y fundamentalismo de libre mercado.
Es la forma en la que se demuestra que es posible alimentar al mundo desde la solidaridad, la cooperación y la defensa de los pueblos, la tierra, los territorios, las semillas y la biodiversidad.