Columnas

De aquí p’ allá… Regates

Vicotrópico

Va corriendo el jugador; el balón parece ser esférica emanación de sus pies. ¡Qué manera de no soltar prenda! Esquiva con quiebres aceleradísimos. Un cronómetro se agota, la comunicación corporal indica que su natural derecha -hacia donde parece no poder disminuir su desboque- se resolverá con un tiro de furia… pero #TomaChangoTuBanana: de la nada y con un toque algo elegante cede el centro de atención a su eventual fórmula de éxito (compartido) hacia esa improbabilísima izquierda. Gol. Las ondas sonoras que en conjunto se proyectan gozosas desde el estadio sacuden a su paso las otoñales hojas de los fresnos que al sentirse amarillas terminan por completar su suicidio[1].

Tienen granos en la cara, es esa edad. Él ha sido un bruto y ella ha quedado lastimada. Todo el tiempo siente en el estómago un movimiento circular por el cual se le va la vida: el agujero negro del enamoramiento en acción – y aunque ella no es ajena al mismo sentir, sabe manejar mejor sus impulsos. La escena es inmejorable: por alguna razón hay una suerte de receso, se ha roto el rígido horario y los alumnos han ido en busca de sus cuates entre salones, aquello parece convivio. Las miradas se cruzarían inevitablemente; tras un instante, baja tímida la cabeza, se queda viendo la frontera de su cabello y ella vuelve a topar su mirada, de la cohibida inocencia ha pasado en casi tres segundos a un sensual enfoque que provoca que el agujero negro se expanda y comience a querer tragarse los pupitres de por medio. Un arqueo de ceja en ella; ojos de plato en él. Se levanta con esa sonrisita que él conoce y responde poniéndose de pie. Se anuncia el beso y el abrazo de la anhelada reconciliación; pero ella solo abraza, abraza a un chico dos grados arriba que lleva menos de un minuto atrás de él… Risas, asombros: momento de pagar bien y feo (por bruto), el murmullo subido de temperatura se escapa por las ventanas y va a dar a un viejo ciprés pensativo y doliente[2], seco de amortiguar la energía revuelta de los desamores.

La fila era larga como la cuaresma y hacía hambre. Nuevo en la empresa, pero redomado comensal de comedores industriales, disimulaba el asombro cuando dos personitas se situaban sorpresivamente delante suyo, como salidas de la nada. De parte de ellas recibió algo así como sonrisas, muecas y movimientos corporales de quienes quieren pasar por la vida como alguien despistado, para volver luego a su conversación.

El filante compañero suelta un:

  • “Hola, buenas tardes”

…que es respondido por un nuevo combo del despiste: sonrisas, muecas, movimientos corporales.

  • La fila va allá, ¿eh? (sonríe)

…la fórmula se repite, pues la historia demuestra efectividad. De vuelta a lo suyo tras ver en la sonrisa de aquél el signo que las corona triunfadoras.

  • Es en serio, la fila va allá atrás (clava la mirada por turnos).

…se agotó el acto del no me entero; con caras enfadadas, van a formarse como todos los demás.

 

Viniste a visitarme en sueños

pero el vacío que dejaste cuando te fuiste

fue realidad.

Ernesto Cardenal.

[1] Del Libro de las Preguntas. Pablo Neruda.

[2] De la Canción Primaveral. Federico García Lorca.

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