Hijos del Maíz

San Miguel Canoa, la lucha por su maíz nativo y el sueño por ser “municipio de la montaña”

Magaly Herrrera

Fotografías: Leo Herrera

PUEBLA, MÉXICO.- San Miguel Canoa es una junta auxiliar del municipio de Puebla que se resiste a progresar sin el maíz.

La lucha que encabezan los maiceros de esta población indígena ubicada al noroeste de la capital transcurre durante los nueve meses en los que crece el cultivo de maíz azul y rojo, granos nativos con los que se preparan el ixquimole, los tamales azules y colorados, así como los atoles de granillo que son la resistencia de un pueblo que no quiere ser ciudad, sino un “municipio de la montaña”.

Fotografía: Leo Herrera

A pesar de que esta junta auxiliar se encuentra a 20 minutos de la ciudad de Puebla los gobiernos la han relegado históricamente del progreso, pues los apoyos anuales al campo apenas superan un bulto de fertilizante y un instrumento para labrar la tierra, según los propios productores.

En 2007, San Miguel Canoa tenía mil 500 hectáreas disponibles para el cultivo de maíz de las cuales sólo 40 se destinaban a la siembra de los maíces nativos. Con el paso de los años, una tercera parte dejó de sembrarse porque “la mayoría de los jóvenes de 25 años para abajo se van de braseros y no le encuentran valor al campo. Prefieren mandar dinero para que su familia compre el maíz ya desgranado y lo conserve en su casa”, contaba en ese entonces Félix Pérez García, un productor dedicado a buscar en distintos foros la oportunidad de que el maíz  que siembra al pie de La Malinche se catalogue como baluarte para competir como producto de valor agregado.

A doce años de distancia, los maíces nativos han perdido terreno y los maiceros de San Miguel calculan que apenas sobreviven unas 20 hectáreas o menos, casi la mitad de lo que se producía hace poco más de una década.

Incluso, el maíz blanco para hacer las tradicionales tortillas, también dejó de sembrarse y los habitantes calculan que apenas son unas 500 hectáreas las que conservan su vocación productiva.

RESISTENCIA

Llegar al 2019 como el pueblo náhuatl del maíz, a punto de erigirse como municipio autónomo, según la promesa del gobernador Luis Miguel Barbosa, es una batalla de la que han resultado victoriosos, pues hace 12 años, Félix Pérez pronosticaba la muerte del campo en Canoa.

Fotografía: Leo Herrera

“Lo único que sí sabemos bien es que sin apoyos, el campo en San Miguel Canoa no sobrevivirá más de 10 años”, auguró en una entrevista concedida a esta reportera en el 2007.

Los apoyos no llegaron como ellos esperaban durante más de una década, pero se mantuvieron en pie de lucha a través de su gastronomía con base en sus dos variedades nativas de maíz, las cuales no se siembran en ningún otra parte del territorio poblano.

Llegaron al 2019 y el ixquimole se sigue sirviendo como un platillo de fiesta para los casi 15 mil habitantes de este pueblo, pero es un platillo de resistencia para los maiceros que se propusieron conservar la siembra de un cultivo que, a diferencia de otras variedades de maíz, ésta dura casi nueve meses, el doble del tiempo en el que regularmente se desarrolla el ciclo de la milpa.

De hecho, estas variedades apenas ofrecen rendimientos de dos toneladas por hectárea, mientras otras variedades ofrecen cosechas que superan las 11.

EL RESCATE

Aunque hasta la fecha no han obtenido la declaración de baluarte del maíz azul y rojo que esperaban de Sloow Food, continuaron con proyectos para rescatar la comida prehispánica que se elabora con los granos endémicos y el ixquimole ha sobrevivido como un platillo único en Puebla con más de 200 años de tradición, particularmente en las mayordomías de San Miguel Canoa.

Este mole es cocinado a base de maíz rojo  tostado en comal de barro, con chiles secos molidos en metate y sazonado en caldo de gallina con ajo.

El atole de maíz azul, los tamales de ayocote y el helado azul que ya se vende en algunos lugares del Estado de México aún forman parte de la gastronomía local que ha tenido muy poco reconocimiento local.

Para los maiceros de Canoa el maíz no se siembra por negocio, sino para para tener un alimento; “cambiar ese cultivo por otro no es fácil, porque es cambiar de vida. Es dejar de ser nosotros mismos y antes que eso preferimos abandonar el campo y buscar trabajo en la ciudad o en Estados Unidos”, dijo un productor.

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