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En San Sebastián Villanueva, tuna como ninguna

Magaly Herrrera
  • Este pueblo que pertenece a Acatzingo se ha convertido en el corazón espinado de México

PUEBLA, MÉXICO.- Un par de días antes de viajar a la Ciudad de México a emplearse como obrero, don José Mario Carpio surcó dos hileras para sembrar una decena de nopales tuneros. Corría el año de 1979 y el joven de ese entonces jamás imaginó que su pueblo, San Sebastián Villanueva, se convertiría en un referente mundial de ese cultivo.

“Yo nací para esto, para la tuna y el nopal, porque nadie me dijo que de ahí podríamos hacer tanto. Sólo lo supe y sembré”.

En aquél entonces las familias de Villanueva producían maíz y frijol para el autoconsumo. Algunas nopaleras adornaban los traspatios y regalaban una que otra verdura para acompañar los guisos cotidianos.

Rezan los dichos populares que la intuición no se equivoca, y aquél presentimiento de don José Mario antes de irse a la ciudad se materializó 5 años después cuando volvió y emprendió “a valor mexicano” el cultivo en forma ordenada y masiva. La primera decena de plantas se convirtieron en cien, luego en una hectárea y hoy sus campos tuneros parecen no tener fin.

Fotografía: Especial

NEGOCIO BIEN PICUDO

Las veredas agrestes que trazan Villanueva, un pequeño pueblo que pertenece al municipio de Acatzingo, son una estampa mexicana: nopaleras robustas colmadas de tunas maduras que invitan a cualquiera a comer ese jugoso fruto a costa de cualquier pinchazo.

Aquí todos los días hay cosecha: “quien no tiene terreno, tiene trabajo en las plantaciones”, asegura don José Mario, aquél agricultor que en su juventud siguió el impulso de sembrar nopales y tunas y contagió de prosperidad a todo el pueblo.

“Cuando la gente vio que de mis nopaleras y tunas obtuve recursos y envié a mis hijos a la universidad comenzaron hacer lo mismo. Hoy todos sembramos tunas y no hay otra cosa en Villanueva que no sea eso. Hoy exportamos la tuna a todo el mundo”.

En Villanueva el 95 por ciento de la población se dedica a la producción tunera, el otro 5 por ciento se encarga de proveer servicios de comida, agua o cualquier otro servicio en la comunidad.

Ahí se siembran 5 mil 500 hectáreas de estas nopaleras fecundas y ubican a Puebla como el tercer productor a nivel nacional después de Zacatecas y el Estado de México. Sin embargo, hay algo que coloca a este pueblo en un referente mundial: sus altos rendimientos; mientras en los otros estados se cosechan apenas 8 toneladas por hectárea, en Villanueva se obtienen hasta 20.

Los paisajes de nopaleras rebosadas, con un promedio de 20 tunas en cada penca, son una fotografía de la fortuna de este pueblo.

LA FLOR DE VILLANUEVA

Omar Carpio, hijo de aquél agricultor que introdujo el cultivo de la tuna en Villanueva, es presidente de la Unión Mexicana de Productores de Nopal, Tuna y Maguey, y encabeza una de las empresas más boyantes de este cultivo: La Flor de Villanueva.

Esta empresa, una de las más modernas del país, se distingue por sus procesos rigurosos de empaque y se define por su contribución social. Aquí se emplea maquinaria creada por mexicanos ingeniosos que encontraron la manera de mecanizar la limpieza de tunas y nopales.

La empacadora recibe de los campos las tunas llenas de ahuates, esas espinas minúsculas que rodean el fruto y lo protegen de roedores. A través de una máquina se limpian, se enceran y atraviesan por un sistema digital que las divide por color, tamaño y peso exacto. En este último paso se define cuáles serán empacadas para su exportación o comercio en el mercado nacional.

Este año La Flor de Villanueva se prepara para exportar mil 500 toneladas de tuna a Estados Unidos y Canadá, donde los frutos se venden en los anaqueles de las tiendas y supermercados más selectos de esos países.

TUNA SICILIANA

“Le haré una oferta que no podrá rechazar”, sugiere Vito Corleone en la cinta El Padrino, emblemática, entre otras cosas, por la proyección de la cultura siciliana en las mafias en Nueva York. Esa oferta, dicen entre risas los cuenteros mexicanos que bien podría ser comerse una tuna.

Y es que en el mercado internacional de la tuna México sólo compite con Italia, particularmente con Sicilia que tiene el monopolio en la producción de este fruto tan preciado en Europa. Entre los productores nacionales se hace referencia con cierto recelo a los italianos por proliferar este cultivo en la bonanza comercial.

Documentos gubernamentales de Italia refieren que esta planta originaria de América del Sur, pero con larga tradición en México tuvo su primera aparición en Europa gracias a Cristóbal Colón, quien la habría llevado a España y de ahí a Italia, específicamente en Sicilia, a finales del siglo XVI.

“Como es una planta capaz de resistir largos períodos de sequía y se propaga fácilmente en las grietas de las rocas, la tuna se plantó de inmediato para romper la lava en las fértiles laderas del Etna, caracterizando el paisaje del noroeste del famoso volcán siciliano”, cita el reporte comercial del gobierno de Milán.

Entre la picardía comercial de los mexicanos se dice que algún mafioso siciliano amante de las tunas obligaba a sus súbditos a comerlas a cambio de conservar la vida, lo que produjo un gran consumo.

Al margen de aquellas historias, en la actualidad el consumo per cápita en Italia es de 8 kilos contra los 3.5 kilos que se consumen en México al año.

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