Entrevistas

Trapiche, un método rural vigente para moler caña y obtener su jugo

Aura Fuentes / Notimex
  • Agua, piloncillo, alimento para ganado y abono se obtiene de esta planta

TANTOYUCA, VERACRUZ.- El trapiche, una herramienta rural usada para moler la caña, es la herencia que Santos Félix Bautista Pérez, de 62 años, recibió de sus padres, quienes al igual que él se dedicaban a moler y a hacer el piloncillo o como él dice, “el pilón” para endulzar los alimentos.

Con él trabaja su esposa María Guadalupe Obispo Hernández y su hijo, o a veces su nuera, ya que precisa a Notimex que deben ser dos en el molino mientras uno debe arriar a los caballos.

A simple vista, el trapiche es un arco de madera atravesado en medio por una tabla que sostiene tres molinos de fierro, mientras que en la parte de arriba surge un pedazo de tronco con una larga rama que los caballos se encargan de hacer girar.

El molino está hecho de madera de mora; la cadena, que es donde está abrazado al molino, es de palo rosa y los morillos o cureños, que son las patas o el marco rectangular, son de chijol; el pasador presiona al molino y donde éste se asienta se nombra banco, el cual tiene dos agujeros que es por donde sale el agua.

“Un día me dedico a cortar la caña y acarrearla, otro día madrugo como a las 03:00 de la mañana y me voy a machucarla; luego ya me ayudan para darle vuelta al trapiche”, contó mientras descansaba tras varios minutos de esta ardua labor.

Don Félix detalló que primero deben golpear la caña con un palo denomino “marzo” para “machucarla”, sobre todo en los nudos de la planta con la finalidad de que no se atore en el molino, porque de lo contrario comienza a patinar y no corre.

“La parte que jalan los caballos es el brazo, o se le dice espega, porque ahí se pegan las bestias para el tirón, y el mecate es el tirón que se amarra para que den vueltas”, expuso luego de conseguir el líquido suficiente.

Los caballos son arreados por otra persona, quien junto a ellos da vueltas y vueltas pese a la intensa lluvia que cae en Tantoyuca, pueblo de donde Félix y su familia son originarios, porque es la forma en que trabaja el molino para que puedan obtener el agua de caña que otro familiar vende en un puesto.

Se necesitan aproximadamente 10 cañas para llenar una cubeta con su agua y de acuerdo con el poblador, depende de cómo se arree al animal, puede llevar unos 15 minutos para ello.

Cuando está a punto de llenarse, su cuñada corre con otra cubeta para vaciarla y regresar a un puesto, en el que tiene dos contenedores de agua de caña listas para la venta; sin embargo, es mucho el trabajo para obtener un vaso de agua que se ofrece en 10 pesos o 15 pesos el más grande, la cual puede ser preparada o natural.

El sabor es delicioso y cuando le colocan un poco de limón, da la sensación de estar tomando miel con limón, como remedio casero para la garganta; también se le puede agregar chile en polvo, cuyo picor lo transforma a algo más extremo, “sabe a cerveza” comentan dos jóvenes que se acercan a probarla.

AGUA DE CAÑA

Otro uso que se da al agua de caña, menciona Félix, es hacer “el pilón” (piloncillo) que se obtiene al hervirla en una paila o cazo durante muchas horas hasta que se evapora y se convierte en cachaza o melaza, es decir lo dulce, para colocarla en moldes hasta que se seque y quede la pieza dura y oscura.

“Aquí hay la costumbre de que con el pilón se hace la pepitoria de cacahuate, ajonjolí o tueste, de muchas frutas. También se usa para endulzar camote, yuca o cahuayote, además del atole agrio, que endulzado con el pilón sale más sabroso que con azúcar”, aseguró.

Félix reveló que con una paila de pilón, que contiene ocho latas de 18 litros cada una o sea aproximadamente 144 litros, salen 52 o 60 moldes de pilón; la tabletas se dividen y se envuelven en la hoja de la misma caña para que se conserven mientras los venden en el centro del pueblo, al que acuden cada domingo.

El agua y los piloncillos no son los únicos usos, como cuenta el campesino, nada se desperdicia y hasta el bagazo, que es la caña exprimida o basura, sirve para el ganado o para alimentar el fuego.

“Con un molido se les pica, se agrega agua, sal o melaza, cualquier cosa, para darlo a los puercos, borregos, ganados, las bestias; es un alimento también, en tiempo de seca esto lo buscan mucho”, narró.

Aunque esto no se vende, sino que las personas que tienen ganado y están interesadas en adquirirlo le dan “una cooperación”, lo cual don Félix indica que es mejor “algo a nada”, porque de lo contrario se tiraría a la basura o se quema.

“También lo tiraba a la parcela, regadito, y me servía para abono cuando se quema, sin necesidad de echarle abono, porque la ceniza es como abono; siembras (maíz, frijol o caña) y ya la planta sale bonita”, compartió.

Félix comenta que trabaja cada año en su parcela para hacer la molienda. La mera fecha es marzo, pero él empieza a moler desde mediados de enero y en febrero, para cuando que cuando llega el tercer mes del año esté terminando, pues para ese periodo se amontonan mucho las abejas o avispas, atraídas por la miel.

Recordó que ha recibido varios piquetes que lo han lastimado, por lo que prefiere adelantarse al tiempo del calor y las colmenas; ya solo dedicarse a limpiarlo y para cuando sea época de lluvias, esperar a que la planta vuelva a crecer bonito.

 

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