Agricultura

El chile que prende está hecho de cera

Magaly Herrera

En Cuitzala los chileros transformaron su producto y su vida gracias a la FAO

Coyomeapan, Puebla.- Los chileros de Cuitzala, en el municipio de Coyomeapan, cultivan frutos picantes con una destreza comparable a la de un equilibrista: un paso en falso podría costarles la vida, o de menos una fractura que les impediría trabajar en los campos verticales que se siembran sobre las paredes de las barrancas más altas de la Sierra Negra de Puebla.

Son ellos los que cultivan chiles cera -también conocidos como manzanos o canarios-, frutos que caben en palma de una mano, de piel amarilla brillante, y que crecen en matas de medio metro que brotan de las paredes verticales donde sólo se llega a pie o en mula.

En la actualidad, luego de  más de una década los chileros de esta población náhuatl lograron mejorar sus ingresos, superaron la pobreza y extendieron un cultivo en los pueblos aledaños de Coyomeapan, surtiendo de este chile “bien picoso” a gran parte de la República Mexicana.

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Revalorando el producto

Cuando la Agencia Rural Mextlali llegó a Cuitzala en 2008 se cultivaba en traspatio chiles cera del tamaño de un limón, y los campesinos llenaban cajas con ocho kilos de este fruto, preciado por su alto de nivel de capsaicina, componente que lo hace uno de los más picantes de todas las variedades que existen.

Con cajas sobre la espalda, o arreando mulas cargadas del fruto, los chileros andaban dos horas de camino por veredas y pendientes para bajar a los mercados y ofrecer a los “coyotes” (revendedores) un contenedor por sólo tres pesos.

En aquél entonces la agencia Mextlali fue contratada por la Secretaría de Desarrollo Rural, Sustentabilidad y Ordenamiento Territorial (SDRSOT) para incorporar a familias en extrema pobreza y ejecutar el Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA), con el objetivo de mejorar la seguridad alimentaria y reducir la pobreza rural en zonas de alta marginación a través de una metodología elaborada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés).

Maximino Espejo, miembro del grupo multidisciplinario de Mextlali, explicó que el primer paso fue revitalizar el suelo de los campos improvisados en las laderas de las barrancas. Con una “harina de rocas” y una siembra de distintas variedades se consiguió elevar la rentabilidad, al pasar de una cosecha de medio kilo a 5 kilogramos de chile cera por cada mata.

Así los productores no sólo consiguieron elevar la rentabilidad de los cultivos, también alcanzaron a producir frutos del tamaño de una manzana con texturas bien definidas y demandadas en el mercado por su reducido uso de pesticidas.

Los chileros, ahora organizados en la cooperativa Cuitzaltépetl, seleccionan los frutos por tamaño: jumbo, grande, mediano, pequeño y “canica”, que logran vender de forma directa en las centrales de abasto por un precio que va de los 42 pesos por kilo (el más grande) hasta tres pesos (el más pequeño).

Corazón picante

En el 2012 la organización Cuitzaltépetl se conformó con un pequeño grupo de chileros que sobrepasaba la edad de 50 años, porque en el pueblo los jóvenes campesinos migraban a Sonora para trabajar en la cosecha de uvas, o a Estados Unidos para conseguir un mejor sustento para sus familias, cuenta Margarita Hernández Vargas, coordinadora de la agencia Mextlali.

Sin embargo, en 2014 el grupo creció y la mayor parte de los campesinos que continúa tiene entre 18 y 30 años de edad.

“Este es el potencial que se tiene hoy en las poblaciones indígenas de la región, ellos son la fuerza de sus comunidades porque saben aprovechar los recursos que se tienen de una forma en la que también cuidan el medio ambiente para garantizar que el campo siga produciendo”, comentó Hernández Vargas.

A partir del 2015 la organización Cuitzaltépetl, conformada por 24 familias encabezadas por 12 hombres y 12 mujeres, siembran 17 hectáreas de chile distribuidas en distintas comunidades de Coyomeapan y Zoquitlán con una producción de 116 toneladas anuales al cierre de 2017, y con una expectativa de producción de 150 toneladas para este año.

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