Entrevistas

El último campesino” de San Francisco Totimehuacán

Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- Honrar la tierra es la principal razón por la que don Herón García continúa dedicándose al campo. Él es “el último campesino” de San Francisco Totimehuacán (Puebla, México), una zona milenaria y agrícola invadida por la urbe que consume sus tradiciones y lleva a la extinción el proceso agrario

Este amante del campo, uno de los últimos nahua-hablantes del lugar, conjuga sus labores del agro con su formación académica, al tener grado  en las áreas de Economía, Derecho Económico, y doctorado en Derecho y Política Económica.

PUEBLO MILENARIO

Ubicada a unos 10 kilómetros al sureste de la ciudad de Puebla, los campos de cultivo de la junta auxiliar de San Francisco Totimehuacán  (Tepalcayotl–Chiquihuitepec–Totomiuaque) han perdido más del 90 por ciento de su producción agrícola debido a la urbanización, la venta de las tierras de cultivo para la construcción de conjuntos habitacionales y la llegada de fábricas textiles.

En toda la región hay alrededor de 200 hectáreas para sembrar, pero actualmente no se siembra ni siquiera el 10 por ciento de ellos, en gran parte por la urbanización del pueblo, pero también porque los pobladores se ven desinteresados en una labor poco valorada que no deja las ganancias suficientes a pesar de tener todo el potencial para generar una gran producción.

Hasta hace unos 50 años, la región todavía tenía bonanza en cosecha de frijol, haba, chícharo y papa, aunque principalmente se dedicaba a sembrar maíz. La baja ha sido tremenda al grado que sólo en la parte sur se siembra alfalfa o pasto, y  hasta con eso, se riega con las aguas negras del río Alseseca.

“Nosotros ya no tenemos agua, este pueblo tenía mucha siembra porque era abastecido por un manantial, pero desde la década de los setenta se perdió el abastecimiento de agua sin querer los gobiernos respectivos nos compensaran”

MAÍZ EN MÚLTIPLOS DE SIETE

A partir de la década de los 80, quienes se dedicaban al campo empezaron a alejarse, al grado que a la fecha el 80 por ciento de la población ha mudado a actividades urbanas.

A contracorriente Herón García Martínez, luego de 50 años, ha logrado conjugar sus labor docente como doctor en Derecho y Política Económica con la siembra y cosecha de maíces criollos, siempre en múltiplos de siete, porque como lo indica la tradición, el pueblo se rige por el número siete: este 2019 sembró en mayo 27,  otros terrenos el 7 de junio, y empezó a cosechar el día 17 de noviembre. La suerte del número cabalístico le ha traído 17 diferentes variedades de maíces, de las cuales 14 son de matices de rojo y pintos.

La colorida cosecha que ha dejado satisfacción a don Herón, quien también nació un día 17 de octubre de 1957, pues sería el único que cuenta con tal variedad de maíces que permiten igual variedad de gustos al paladar por las diferentes  comidas que pueden cocinar se con ellas, como el tradicional pinole rojo, tortillas de mano y los tamales largos, acostumbrados a dar en las fiestas acompañados de mole.

MOTEADA LA MAZORCA, MOTEADO TAMBIÉN EL PANORAMA

Moteada la mazorca y también moteado el panorama, pues las tierras de cultivo que antes se avistaban sin un fin, rodeadas por un riachuelo y con la visita de animales como ardillas, tlacuaches y armadillos, ahora conviven con dos fábricas, una de textiles aledaña y una más de fierros hacia el frente.

La poca agua del riachuelo que aun baja llega sucia porque se ha convertido en el desagüe del conjunto habitacional contiguo. Ahora convive el canto de las aves con el martillar de los fieros y las maquinarias.

El panorama se torna más turbio cunado don Herón platica que además de todo ello lucha por la permanencia de los maíces nativos frente a la industria de los maíces transgénico, que merman sus ganancias debido a que el consumidor elije el precio bajo sobre el precio justo.

El 90 por ciento del maíz que se consume en México es transgénico proveniente de Estados Unidos, dice, tan grande es que los pequeños productores no pueden competir con ella y la protección del maíz nativo solamente viene del interés de campesinos que honran la tierra.

ESPERANZA MÁS FUERTE QUE CAÑONES ANTIGRANIZO

La poca actividad campesina que aún sobrevive se hace por temporal debido a la falta de agua, teniendo siembras en mayo y junio.

El recién terminado 2019 fue “buen año”, pero no se puede decir lo mismo de 2018. Como lo explica Herón García con todo el conocimiento que le avalan sus años de experiencia en el campo, hubo una alteración en el ciclo que no fue natural, sino consecuencia de agentes externos: uso de los cañones para dispersar nubes por parte de la industria automotriz.

La falta de agua secó las plantas y mató las milpas; si de por sí era complicada la situación del campo en este lugar, la activación de los dispositivo sónicos instalados por la armadoras de autos almenada en ese año provocaron pérdidas serias para los campesinos sobrevivientes.

HONRAR LA TIERRA

La difícil labora del campo no han alejado a Don Herón del maíz, por contrario, el conjugarlas con sus actividades como docente de posgrado en la Facultad de Derecho de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, le han demostrado todo lo que es posible hacer.

“Yo siembro porque honro la Tierra así no todo ese trabajo que de enorme energía, dedicación total mente, desde la mañana hasta la tarde, de sol a sol”.

Con pena en el alma y la voz entrecortada, Herón García se entristece por la decadencia de su pueblo, azotado por la indiferencia de la comunidad ante la pérdida de su lengua originaria, las tradiciones y los recursos naturales.

“Pinche pueblo ya valió madre, nadie le echa ganas. Me enoja, (me da) tristeza, nadie hace nada por preservar todo lo que hicieron los totonahuaca. A nadie le interesa. Es una pena. Decía mi abuelita en náhuatl: viejos pendejos inservibles. Nadie quiere sembrar, nadie cuida los árboles, nadie cuida nada”.

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