Piñatas de olla de barro, tradición de colores y papel
PUEBLA, MÉXICO.- “Mi mamá y yo salíamos a caminar por las calles de aquí del barrio, con una garrucha con las piñatas colgando íbamos ofreciéndolas”, recuerda Francisca Rodríguez Haro, una de las pocas mujeres que conserva un taller de elaboración de piñatas de olla de barro en el barrio de La Luz en el centro de Puebla, mismas que son la estrella de la época decembrina.
Al principio tienen un aspecto un tanto aburrido, pero conforme se avanza en el proceso, se les va dando el colorido necesario. Entre más brillante el papel lustre metalizado, y más colores y capaz de papel china, luce más la piñata, explica Francisca, quien hace más de 30 años se dedica a hacerlas artesanalmente, una tradición de familia de la cual ella es la tercera generación.
Para hacer una piñata todo comienza en los talleres de alfarería, donde se cuecen las ollas de barro que posteriormente serán vestidas con coloridos papeles. Luego el forro de papel periódico, lustre, china, colgarla de un mecate y lista para rellenarla con las cañas, tejocotes, mandarinas y cacahuates para las fiestas de diciembre.
“Nosotros todavía trabajamos con la olla, la de papel no porque pues la fruta se mayuga, la gente se cansa de estarle pegando y se rompe. Además en la de olla lo bonito es estarle pegando y que se escucha el palazo y se rompe”, dice entre rizas Doña francisca.
Aunque pareciera adelantado no es así, pues aunque el armado de una piñata toma al rededor de unos 20 minutos, el proceso para tener todos los elementos listos toma meses, pues desde febrero empiezan con la recolecta de los materiales y el formado de los conos con papel periódico, pues la temporada de calor favorece a que se sequen las piezas, ya que en época de frío la humedad no permite que el engrudo seque debidamente.
Las de siete picos son las tradicionales, para eliminar a los 7 pecados capitales como dicta la religión; sin embargo, a decir de esta artesana éstas se llevan el doble de material que las más “comunes” que se ven con cinco picos, y entre más material, mayor el costo, situación que ha hecho que las ventas disminuyan.
Uno de los principales factores que han afectado la labor es la creciente preferencia por las piñatas de cartonería, ya que el costo y la versatilidad del material para hacer infinidad de figuras han desplazado al mercado de piñatas de ollas de barro.
El regateo es otra de las dificultades a las que se enfrentan ya que a la gente le parece elevado el precio, pero explicó que para una figura chica que cuesta 130 pesos, se invierten 80 pesos tan sólo en la olla, mientras que la grande cuesta 150 pesos y la olla la adquieren en 100 pesos; a esto se sumaría el costo de los materiales para el armado:
“Me dice un joven: ‘es que yo ando buscando de las de 3 por 100’, y pues así no sale, ya darlas a ese precio pues mejor ya no la trabajamos”.
Cuenta que mantiene su taller más que nada por continuar con el oficio que aprendió de sus antecesores que dedicaron gran parte de su vida a la elaboración de las piñatas, pues a la fecha la venta de las mismas ya no es redituable.
“La economía como está ahorita, ya no se le gana mucho, sale mucho mucho más cara por el papel, (la ganancia es) muy poca, año con año ha ido bajando por el hecho de las figuras de papel, pero es una gran inversión también la que nosotros hacemos, invertimos por lo menos el 60% de lo que cuesta”.
Aún así, se mantienen con el ánimo firme, esperando que esta temporada mejore porque en el 2018 sólo vendieron unas 10 docenas,una baja considerable si se considera que hace dos décadas, cuando salía a vender con su familia, vendían al rededor de unas 7 mil piezas
“Cuando yo era niña me acuerdo que mi mamá compraba unas 4 o 5 gruesas de ollas, además otras de cartón que hacía mi mamá, vendíamos unas 7 mil piezas en la temporada”.
EL APUNTE
Las piñatas llegaron a México con la conquista española, convirtiéndola en una nueva herramienta para la evangelización y aunque la tradición no haya nacido en tierra azteca, se ha convertido en un referente del país.
