Entre libre comercio y soberanía alimentaria: el maíz transgénico impone su dominio en México
El uso y consumo del maíz transgénico implica riesgos que van más allá de lo que se puede medir en un laboratorio
MÉXICO.- Aunque México ha sostenido con firmeza la no introducción del maíz genéticamente modificado para consumo humano, mediante medidas precautorias basadas en la protección de la salud y el respeto a la biodiversidad, el Panel del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) echó por tierra en su Informe Final sobre el caso México una robusta evidencia científica y normas internacionales.
El argumento del T-MEC pasa por alto que muchas investigaciones que avalan la inocuidad del maíz transgénico provienen de las mismas corporaciones que se benefician de su comercialización.
Cabe señalar que el uso y consumo del maíz transgénico implica riesgos que van más allá de lo que se puede medir en un laboratorio: dependencia de agroquímicos como el glifosato —cuyos efectos nocivos para la salud y el ambiente están ampliamente documentados—, desplazamiento de variedades nativas y el impacto cultural en un país donde el maíz es mucho más que un alimento.
LA POSTURA OFICIAL
Tras la resolución, el Gobierno de México emitió un comunicado donde dijo que, pese a no compartir la determinación del Panel —pues considera que las medidas cuestionadas están alineadas con los principios de protección a la salud pública y los derechos de los pueblos indígenas, establecidos en la legislación nacional y en los tratados internacionales de los que es Parte—, respetará la determinación.
Asimismo, se comprometió a proteger valores fundamentales como “la salud, la moral pública, la conservación de los recursos naturales, la cultura de la población mexicana y los derechos de los pueblos indígenas, los cuales fueron reconocidos por el Panel como preocupaciones legítimas”.
A DESTACAR
Conforme al Artículo 31.17(6) del T-MEC, el Informe Final se pone a disposición del público en ambos idiomas: