Entrevistas

Necesario, cambio de agricultura convencional a orgánica

Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- Erosión, pérdida de fertilidad de los suelos, del patrimonio genético y de la biodiversidad, así como los incontables efectos de intoxicación de la gente de campo que está en contacto directo con los agrotóxicos, son sólo algunas de las consecuencias negativas que ha acarreado la agricultura convencional.

Por lo anterior, cada vez más agricultores han optado por comenzar técnicas de cultivo orgánico, como Cristian Castro Díaz, un productor de jitomate de la Ex Hacienda de Almeida ubicada en la zona limítrofe entre Ixtacamaxtitlan e Aquixtla, en Puebla, quien tras hacer conciencia de estas consecuencias decidió iniciar la transición.

“La idea de cambiarnos a lo orgánico surgió porque mi esposa cuando estaba embarazada no podía pasar (al invernadero) por indicaciones del ingeniero que nos llevaba el cultivo, nace mi hijo y tampoco puede. A mí me dio mucha tristeza, no era posible, no era congruente el hecho de sembrar comida y que la familia mía no pudiera entrar a donde yo la producía. Me impactó mucho”, narró el dueño de la empresa Coseh Cha a LA CAMPIÑA.

Originario de Chignahuapan Puebla, Castro Díaz durante siete años produjo jitomate, pero desde hace un año y medio cambió el método de producción convencional por el orgánico, además de sumar a las siembras el ejote, rábano y hortalizas.

De acuerdo con un estudio de comparación del rendimiento productivo de Info Agro, el reto de los agricultores orgánicos reside en el mantenimiento del equilibrio de los nutrientes en el suelo y en el control de plagas y enfermedades. Estas alternativas resultan de gran interés en agricultura orgánica, aunque se requiere de cierta capacitación a los productores para su manejo.

“Nosotros no producimos mucho de lo que ocupamos. Sí baja el rendimiento por los gastos que se tienen al interior del mismo rancho (insumos, capacitaciones, personal), pero además ahorita estamos en capacitaciones para producir nuestros propios insumos y reducir el costo de producción”.

Se estima que los rendimientos orgánicos son menores durante los primeros años, pero tienden a crecer con el tiempo gracias al aumento en la fertilidad del suelo. Actualmente produce alrededor de una tonelada de jitomate a la semana y el valor agregado de su producción es la remineralización de la tierra:

“Me ha costado mucho trabajo el poder colocar todo ese producto, porque en el mercado podría colocar quizá  unos 60 kilos, y de lo demás pues se tienen que buscar otras maneras de colocarlo”.

Coseh Cha vende a una empacadora que coloca los productos en una tienda comercial, además su producto está en pruebas para ser exportado.

La transición, más allá de ser redituable económicamente, Cristian Castro menciona que le ha traído ganancias a la salud, además de la confianza y lo sano de los alimentos que cosecha:

“La verdad es muy gratificante el que pueda yo llegar con mi familia al invernadero, poder agarrar un producto directo del campo y comérmelo sin siquiera lavarlo. Eso en comparación de como venía produciendo en forma convencional, no era posible y ese es uno de los beneficios”.

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