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Añorar el sabor, prácticas alimentarias en contextos de migración rural

Magdiel Olano

PUEBLA, MÉXICO.- “Los recuerdos de la comida son los más poderosos, los que más difícilmente se olvidan porque el acto de comer está intensamente ligado a algún momento del pasado”, explica la antropóloga Aurelia Flores, quien en una investigación demuestra el impacto que tienen el cambio de prácticas alimenticias en las poblaciones migrantes.

La investigadora señaló que el comer contiene no sólo la importancia ancestral de saborear los alimentos, sino de la vida misma; en ese sentido, dijo que quienes se enfrentan a la situación migratoria se enfrentan también forzosamente a generar un cambio en la cultura alimentaria.

Lo anterior lo comentó a propósito de la conferencia “Añorar el sabor. Prácticas alimentarias en contextos de migración rural”, en la que abordó vivencias de protagonistas de la migración y los efectos en los familiares tanto de las mujeres migrantes como de las que se quedan.

Durante la conferencia, parte del Seminario de Cocinas en México. Procesos Biosociales, Históricos y de Reproducción Cultural, de la Coordinación Nacional de Antropología del INAH, la miembro del SNI dijo que la alimentación envuelve no solamente procesos que tienen que ver con la fisiología (alimentarse para sobrevivir), sino que atraviesa por procesos psicológicos, económicos, simbólicos, religiosos, sociales, de género, entre otros.

FENÓMENO MIGRATORIO

De acuerdo con una investigación que realizada en Ixtacuixtla Tlaxcala, apuntó que los grupos de mujeres que se enfrentan a situación de migración podrían dividirse en dos grandes sectores, por un lado las que se quedan, y por otro lado las que forman parte del grupo movilizado.

Del primero indicó que estas mujeres se quedan a cargo de las familias y asumen el reto de enfrentar una soberanía alimentaria muy lejana en tierras pobres con condiciones de programas y proyectos gubernamentales escasamente de impacto, que se enfrentan al problema de pobreza alimentaria de “¿qué comer?”.

Por otro lado, quienes se vuelven parte del círculo migratorio. En este grupo de familias migrantes se genera un sistema de conocimiento local alimentario, el cual se adapta al nuevo contexto alimentario, con reacomodos y mudanzas, y en el que existe un intercambio en la forma como estos saberes alimentarios de territorio de origen se mezclan con otros para construir esos nuevos sabores y nuevas formas de seguir comiendo.

En este último punto se inserta el tema de añorar los sabores.

RECORDAR CON PENA LO AUSENTE

En términos de migración y bajo la lógica de la la añoranza – recordar con pena algo ausente–, Flores Hernández cuestionó: “Yo me preguntaba ¿sólo se añora el sabor de la comida o las manos que la hacen?, ¿la sensación de estar juntos o el recuerdo emotivo de las reuniones familiares?, ¿qué añoran en el allá esos migrantes?”

Bajo la premisa de reconocer qué significa añorar el sabor a la distancia, la Autora de A las mujeres por la ley no nos tocan tierras, apuntó que la cocina es símbolo de identidad, misma que se trastoca en los sectores migrantes pero que permanece en el recuerdo.

“Yo creo que en este foro muy pocas personas podrían decir que han olvidado la comida de nuestra casa, esa que tiene la sazón particular de la madre o de la abuela o de quien siempre nos la ha preparado con un toque propio y único, y muy seguramente sería para ustedes casi imposible encontrar un sabor igual en otro lugar por más que lo busquemos”.

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