De lo urbano a lo rural, un proyecto agroecológico
MÉXICO.- María Teresa Brambila, una geógrafa de profesión, dejó la comodidad de lo urbano para desarrollar con éxito un proyecto agroecológico en la sierra del Chichinautzin de Ciudad de México.
“Fue a raíz de que mi papá se jubila y tenemos que encontrar una actividad básicamente para él y empezamos a trabajar en este espacio con la idea de tener un lugar para ecoturismo”, dijo Brambila a Notimex en un recorrido por el rancho El Arco.
El lugar de hectárea y media se localiza al sur de la ciudad de México, en el sector montañoso de Topilejo, parte rural de la alcaldía de Tlalpan, en la zona periurbana capitalina.
“Obviamente todo empezó para consumo familiar”, indicó Brambila en el marco de celebrarse el 15 de octubre el Día Internacional de la Mujer Rural, impulsado por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
A través del uso de tecnologías ecológicas “100 por ciento mexicanas”, en el sitio se produce carne de conejo y sus derivados, frutas, flores comestibles y plantas aromáticas.
El sitio carece de servicios públicos como electricidad y gas. Todo se obtiene con tecnologías: un generador eólico para la luz y un biodigestor para el gas. El agua de lluvia se almacena y nada se desperdicia.
“Tenemos ciclos establecidos de aprovechamiento, de manera que los residuos de un sistema sean materia prima para otros”, dijo Brambila respecto de la manera en que se interrelaciona la producción animal y vegetal en el rancho.
De manera inicial, el rancho tuvo borregos, pollos, guajolotes, vacas y conejos, pero para alcanzar la certificación en inocuidad, las especies de redujeron a los dos últimos.
“A partir de aquí empieza todo el ciclo, ellas dos se interrelacionan. Lo que sobra del forraje de las vacas se lo comen los conejos y el cinco por ciento del alimento de las vacas es excremento deshidratado de los conejos por el alto contenido de proteína que contiene”, explicó.
Pero además de aprovechar la carne de los conejos y la leche de las vacas para generar varios productos, también en el rancho se aprovecha los desechos orgánicos de esos animales.
Por un lado, una parte se usa para generar compostas de las que obtiene luego de unos cuatro meses un rico abono orgánico y otra se coloca en el biodigestor para generar gas para cocinar.
Con los abonos orgánicos se fertilizan los árboles frutales -que además forman una cortina rompe vientos- tecojote, pera, capulín, ciruela y chabacanos), las plantas aromáticas (ruda, romero, ajenjo, toronjil, cedrón) y las flores comestibles (lavandas, pensamiento, caléndulas, rosas y dalias).
María Teresa explicó que “no ha sido difícil” cambiar de lo urbano a lo rural, aunque admitió que la principal dificultad surgió porque “no sabía cómo hacerlo”.
Ante esa adversidad, Brambila y sus colaboradores – dos de planta y dos ocasionales – tuvieron que tomar diversos cursos para aprender sobre cómo cultivar la tierra y cómo criar animales.
“Fue todo un reto de cómo íbamos a vivir cómodamente haciendo uso de tecnologías alternas para tener esos servicios y tener comodidad en la zona rural, sin tener un impacto muy fuerte en la zona donde estamos”, comentó.
Señaló que este tipo de instalaciones agroecológicas pueden ser replicadas en espacios cortos de áreas urbanas y para ello el rancho acondiciona un área para recibir huéspedes.
“El proyecto es llegar a tener un espacio agro ecoturístico en donde las personas que vengan a conocer entiendan que podemos contar con todos los servicios, podemos tener todo lo que resuelva nuestras necesidades básicas, pero todo tiene un límite y un límite de gasto”, advirtió.
Los productos que se generan en la granja son colocados por Brambila en un mercado para productores organizado por la FAO y la secretaría de Desarrollo Rural y Equidad las Comunidades (SEDEREC) de Ciudad de México.